Si usted quiere bajar todo lo que subió, no hay nada como ir al médico o nutriólogo y que le recete una buena dieta
No tenemos llenadera.” Los mexicanos nunca llenamos, nunca hay moderación en nuestra vida. Por algo la anterior expresión popular siempre la aplicamos y lo peor, nos retrata de cuerpo entero en varias aristas de nuestra existencia cotidiana: nuestra vida sentimental, la vida laboral (entradas de dinero), nuestra vida de diversión y disipación, nuestra vida al momento de alimentarnos (beber y comer). No, en los mexicanos no hay moderación y sí y no pocas veces, hartazgo en nuestro hábitos alimenticios. Recién terminamos las fiestas de fin de año y todo fue brindis, abrazos, comida y bebida sin fin. Por algo los mexicanos le dicen con sorna e ironía a este largo periodo, el famoso puente “Guadalupe-Reyes.” Es decir, se empieza allá por las lunas del 12 de diciembre, día de la bella Virgen de Guadalupe, se continúa en las posadas, en los brindis en el trabajo, en la Nochebuena, las Navidades, el año nuevo y rematamos en la rosca del Día de Reyes. Puf. Pues sí, pura “comedera”, pura “gozadera”, como lo definimos en todos lados y a la menor provocación posible.
¿Y ahora? Si usted revisa las publicaciones de los diarios, revistas del espectáculo y de la realeza en el mundo, revistas del llamado universo del “corazón” y claro, los diarios cotidianos, todos rebozan de dietas, consejos para bajar de peso, rutinas de ejercicios y multiplicación de productos llamado “milagro” los cuales prometen que usted en 10 o 14 días, va a bajar los kilos que subió por las fiestas de fin de año. Lo bien cierto es que si usted quiere bajar todo lo que subió, no hay nada como ir al médico o nutriólogo y que le recete una buena dieta. Hacerlo por su cuenta puede ser peligroso. Ahora bien, en estos días no pocas ocasiones he escuchado a queridas amigas que van a empezar a ayunar “rigurosamente.” Pues como no practicaron la moderación, ahora se quiere bajar a como de lugar esos enfadoso kilos que ellas dicen, las hace ver “gordas.” En fin, bendita vanidad de las ladys.
Lo anterior hizo que fuese a mi biblioteca, al estante respectivo y buscara un pequeño opúsculo que recordaba haber leído en su momento, “El ayuno” del teólogo Slavko Barbaric, donde éste explora eso llamado ayuno desde su conocimiento de la Biblia. Ahora bien, lo vimos la columna pasada, todo es banquete y celebración cuando debe de hacerse (en la Biblia y tomando ésta en clave gastronómica); pero también hay muchos pasajes que exploran el No comer, es decir, el ayuno como una forma de llegar al nirvana y/o a la comunicación con ese al que llamamos Dios. ¿Puede ser peligroso? Sin duda que cada lector tendrá su opinión al respecto y si lo ha practicado en diversas etapas de su vida, puede opinar de ello a título personal.
Si usted lee a Lucas, el evangelista, luego de su bautizo en el Río Jordán (Lucas 4, 1-4) el maestro Jesucristo se retiró al desierto y no comió durante cuarenta días. Los hermanos judíos recomendaban en la antigüedad hacer ayuno el Día de la Expiación, pero luego lo hacían con frecuencia dos veces por semana: lunes y jueves. En momentos de gran problemática y en el Antiguo Testamento, los reyes y profetas pedían al pueblo que ayunara (Jonás 3.7). En fin, si usted piensa que ganó peso y busca regresar a su estado de grasa corporal habitual, el ayuno claro que es bueno (aparejado con la oración, dice la Biblia), pero mejor vaya usted al doctor y a moderarnos… porque hay viene el día de los amores y amistades y hay que celebrar como Dios manda todo febrero.