Elogio del chile ½

El chile mexicano forma parte integral de nuestro verbo, chistes, albur, cuentos y más E Salpicón

El chile está de moda. Siempre estará de moda. En este especial caso y en Coahuila, la infausta e ingrata política de vecindario que aquí se practica, lo puso de moda y de un golpazo en las recién terminadas campañas para renovar la gubernatura del Estado, las alcaldías y el Congreso doméstico. El chile (“Capsicum chinnense Jacq”) en México, es todo un jolgorio y tiene qué ver con todo. El chile no sólo se aplica en la muy mexicana cocina nacional, no; el chile se ha usado a lo largo de la historia en materia militar, uso medicinal, comercial, de manera impositiva, pedagógica, como afrodisiaco (prohibido en las ceremonias rituales) y claro, el chile mexicano forma parte integral de nuestro verbo, chistes, albur, cuentos y tallas “subidas de color.”

Fue el caso del abanderado del PAN en ese momento, Guillermo Anaya Llamas, quien fue acusado de violencia de género y de misoginia, cuando en un evento de campaña espetó que a las lideresas del PRI les iba a dar, de ganar, “puro chile.” En lugar de prebendas y buenos tratos económicos y políticos, chile, puro chile. En fin, el muy mexicano chile no puede faltar en la boca ni en la mesa del mexicano. Hoy y en lengua de Anaya Llamas, se le ha dado una connotación peyorativa de insulto, que por lo demás, es común y diaria en todo el país. Comenzamos este díptico de chiles y salsas. ¿Qué es un chile? Amén de todos los usos demostrados líneas arriba, el chile no es sólo un alimento más, endémico de América, sino que es alimento, comida y planta el cual forma parte de nuestro ADN, de nuestra identidad y de nuestros dioses antiguos, suplantados por la cruz y la espada de los ibéricos. Sin duda, la cultura del chile.

Y si usted recuerda, allá por las lunas de octubre de 2015 y en este mismo espacio, le reseñé aquí el libro “Los chiles nativos de México” de la autoría del chef y académico, Ricardo Muñoz Zurita, editado por el corporativo de Juan Ramón Cárdenas Cantú, Villa Ferré, “Don Artemio” y el volumen encuadrado en ese evento anual el cual ya se convirtió en franquicia: “Guerreros del Maíz.” El libro fue impreso por ediciones del Equilibrista. Tapa dura con un tiro de 2000 ejemplares profusamente ilustrado. El libro es de colección y es una investigación seria y fiel sobre el chile y sus variedades en México. En el arte de la gastronomía, la comida y la buena bebida, como siempre, andan dios y el diablo, a partes iguales. Dijo uno de los mejores cocineros del mundo, Santi Santamaría, que “nuestros instintos han sido domesticados a base de salsas.” Le creo. Ambrose Bierce, escritor, uno de los favoritos del cronista Jesús Carranza, define así a las salsas en su muy leído “Diccionario del diablo”: “único signo infalible de la civilización y cultura. Un pueblo sin salsas tiene mil vicios; un pueblo con una salsa sólo tiene novecientos noventa y nueve vicios.

Por cada salsa inventada y aceptada, se renuncia a un vicio y se olvida.” Caray, soberbio el norteamericano que se vino a perder en las serranías de México en pleno periodo de la Revolución mexicana. ¿Cuál es su salsa favorita estimado lector? ¿Picante, harto picante, agridulce: no salsa sino morder y masticar el chile directamente? ¿Le gusta la salsa chipotle, la verde o la roja, la ranchera, la borracha la cual lleva pulque? Sí, hay tantas salsas que éstas nos dijo Bierce, nos salvan de nuestros vicios. Vamos iniciando, pero hay le va un torito: ¿cómo utilizaría usted el chile y su picor, de manera bélica en alguna estrategia de guerra, de combate? Ah, estos antepasados nuestros, los mexicas si eran de imaginación y armas tomar. Aquí se lo contaré la próxima columna. Somos hijos del maíz… y del chile. Sin albur, conste. No me vaya a poner usted, una demanda en derechos humanos.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.