Juego de damas

 Las reglas para todo hombre que quiera llegar a ser feliz

Me gustó mucho la afirmación que vi en uno de esos videos de superación personal que llegan por Facebook. Algo sencillo, pero a la vez profundo. Comenzó por preguntar a su auditorio si alguien conocía las reglas del juego de damas. Las manos se alzaron como espigas y las respuestas fueron muy variadas. El conferencista las resumió en tres. Y luego agregó: “Las mismas, exactamente las mismas, constituyen las reglas para todo hombre que quiera llegar a ser feliz”.

1ª No se pueden dar dos pasos a la vez:

¡Qué fácil nos olvidamos de esta verdad que de tanto repetirla se ha convertido en cliché! Con frecuencia nos hallamos con ganas de comernos el mundo entero de un solo bocado, de conquistarlo todo en un instante, en un “ya”. Pero parece que se nos opone… Dice un proverbio chino que con la ayuda del tiempo y de la paciencia, la hoja de cualquier arbusto termina por convertirse en seda. Ahí lo tenemos: para conquistar cualquier cosa –máxime nuestra felicidad– debemos ir paso a paso, con la certeza de que si seguimos avanzando, algún día llegaremos a la meta.

2ª Sólo se puede ir hacia delante; no hay marcha atrás:

En la vida, como en las damas, no hay marcha atrás. Una vez que se ha dado el banderazo de salida, el único modo de terminar una carrera es llegando a la meta. El cronómetro corre, y nosotros debemos avanzar con él. Esta regla nos hará huir muchas veces –como Ulises, el héroe griego de La Odisea– de las sirenas de nuestros sentimientos. La leyenda decía que las sirenas, con canciones hechiceras, atraían de modo irresistible a los marinos hacia unas rocas que se ocultaban debajo de la superficie de las aguas. Ahí, la barca se estrellaba y caía prisionera de ellas. Ulises lo sabía, pero no temió. Tapó con cera los oídos de sus compañeros y él se hizo atar al palo mayor. Así logró pasar por el lugar donde centenares de hombres perdían su libertad y su felicidad. Este es el heroísmo que debe encarnar todo hombre que quiera conquistar su felicidad: seguir siempre adelante, no volver la vista, y superar con arrojo todo obstáculo.

3ª Cuando se llega a la meta, se puede ir a donde quiera:

El hombre que ha combatido con madurez posee equilibrio, armonía interior; tiene un recio control de sí mismo, es responsable de sus decisiones y acciones. La lucha sincera le ha llevado a descubrir que sólo el amor llena su corazón.

“Ama y haz lo que quieras”, decía San Agustín. Sólo seremos felices a condición de que el amor informe todos nuestros actos y deseos. No un amor egoísta, de sentimiento; sino expansivo, unificador. Sólo desde él, todo hombre será verdaderamente libre y profundamente feliz. ¿Te gustaron estos tres pasos? No son varita mágica, pero sí espero que puedan ayudarte no a vencer en el juego de damas, sino en el más importante de todos: el de la búsqueda de la felicidad en esta vida y en la otra.

Juan Antonio Ruiz

Sacerdote Legionario de Cristo dedicado a la formación y orientación de la juventud saltillense, maestro en el Instituto Alpes-Cumbres en Saltillo.