De parte de una víctima de la Iglesia

Desde las primeras líneas me di cuenta que estaba pisando tierra sagrada.

 

Hablar de lo ocurrido en la Iglesia en Pensilvania produce rabia, tristeza y dolor. Pero para mí, además, han sido días que me llaman a intentar ser mejor sacerdote, a redimir con mi vida lo que otros han hecho. Y tal vez por eso quise compartir en Twitter este pensamiento: «Soy sacerdote. Estoy feliz de serlo. Hoy, incluso en la Iglesia de los abusos en Pensilvania, confío que quien está sosteniéndonos es Cristo. Y por eso, la amo más que nunca. Y por eso voy a intentar ser lo más santo posible. ¡Te pido tu oración!».

Fueron muchas las respuestas que se hicieron llegar. Pero hubo una, enviada por el Messenger, que me partió el corazón. Desde las primeras líneas me di cuenta que estaba pisando tierra sagrada. Y como fue esta persona la que me autorizó compartirlo, me permito ahora transcribirles sus líneas que, espero, les ayuden a todos ustedes tanto como a mí:

Buenas noches en España querido P. Juan Antonio. Veo su tweet y me gustaría decirle algo. Yo soy una de esas miles de víctimas de Pensilvania, o de Madrid en mi caso, que cayó en manos de un depravado y animal que se coló en la iglesia para acercarse a niñas. Yo fui víctima de graves agresiones y abusos desde los 6 a los 9 añitos. Dios en su infinita misericordia me borró la memoria (se llama trastorno disociativo) y he conseguido llevar una vida medianamente normalizada. Pero hace casi 5 años, de repente mi memoria se restableció. Los circuitos volvieron a enchufarse y lo que estuvo dormido 40 años ha vuelto a mi vida con toda su dureza. ¡No se imagina cuánto dolor causa! Podría escribirle durante horas qué me está pasando pero por no molestar le resumiré que ahora sobrevivo a base de apoyos psicológico, psiquiátrico, terapéutico, farmacológico y espiritual.

Dios, que ha sido infinitamente bueno conmigo, me premió siendo una buena maestra que se ocupa de sus niños y los cuida y protege como no lo hicieron conmigo. Ahora entiendo por qué tengo esa sensibilidad para saber cuando un niño está sufriendo. Siempre me decían que era un don. Pero no: ¡es una de mis “secuelas” buenas! Dios tiene maneras un poco “raras” de dotarnos a algunos de capacidades extraordinarias: mi experiencia me ha hecho más sensible al dolor de los niños; sufrir lo que yo sufrí me ha hecho especial.

Si le desvelo este secreto, es porque me ha conmovido su twitter.

¡¡¡Por supuesto que hay una iglesia fuerte, sana y en camino!!! Y cientos de miles de sacerdotes y religiosos SANTOS y yo conozco a muuuuuuchos… ¡¡¡pero tuve mala suerte de pequeña y me topé con uno de los malos!!!

Y después de molestarle con estos mensajes absolutamente abrumadores, le pido rece por mí. Yo seguiré haciéndolo por ustedes, por su misión y por su vida de entrega. La grandeza de Dios es que su Iglesia y su mensaje están por encima de las miserias y maldades de unos pocos muy pocos.

¡Gracias y perdón! Gracias, porque necesitaba contárselo para pedirle a Dios que le siga bendiciendo y cuidando y dándole fuerzas para la hermosa y difícil tarea para la que le ha elegido en el cuidado de nuestros niños. Y pedir perdón porque sé que ustedes además como legionarios han sufrido mucho con este tema y han tenido que sufrir muchos ataques… ¡Pues que sepa que en una de las víctimas de la Iglesia tienen una gran defensora de la Legión de Cristo! Y si mi testimonio, mi ayuday mi experiencia sirve para prevenir un solo caso, ¡bendito sea Dios! Así, todo mi dolor tendrá un sentido.

Juan Antonio Ruiz

Sacerdote Legionario de Cristo dedicado a la formación y orientación de la juventud saltillense, maestro en el Instituto Alpes-Cumbres en Saltillo.