Un tal Julio

Despídase del sentido común

Mi queridísimo lector: el día de hoy he decidido deliberadamente usar este espacio obsequiado para proyectarme desde las palabras de alguien más; alguien que nunca falta entre las líneas de mis textos y que, para este punto, espero que ya haya leído: mi grandísimo, muerto pero eterno Julio Cortázar. Se trata de una breve instrucción de vida y una historia con un trasfondo importante que, a mi parecer, todos deberían de leerse y apropiarse, por ello este espacio es del cronopio argentino el día de hoy. Tomando en cuenta que esto es siempre escrito un lunes pero publicado un viernes, tómese la libertad de volver a este texto-manual las veces que desee para aplicarlo sin cesar, interiorizando lo sugerido por el genio en cuestión. El fragmento siguiente es extraído de su libro titulado “Historias de cronopios y famas”, publicado en el año de 1962. Sin más preámbulo, póngase cómodo, pues le aseguro que este hombre va a robarle su atención por un muy-buen-rato.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.”

La cucharada estrecha

“Un fama descubrió que la virtud era un microbio redondo y lleno de patas. Instantáneamente dio a beber una gran cucharada de virtud a su suegra. El resultado fue horrible: esta señora renunció a sus comentarios mordaces, fundó un club para la protección de alpinistas extraviados, y en menos de dos meses se condujo de manera tan ejemplar que los defectos de su hija, hasta entonces inadvertidos, pasaron a primer plano con gran sobresalto y estupefacción del fama. No le quedó más remedio que dar una cucharada de virtud a su mujer, la cual lo abandonó esa misma noche por encontrarlo grosero, insignificante, y en un todo diferente de los arquetipos morales que flotaban rutilando ante sus ojos. El fama lo pensó largamente, y al final se tomó un frasco de virtud. Pero lo mismo sigue viviendo solo y triste. Cuando se cruza en la calle con su suegra o su mujer, ambos se saludan respetuosamente y desde lejos. No se atreven ni siquiera a hablarse, tanta es su respectiva perfección y el miedo que tienen de contaminarse.”

María Treviño

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.