Un verano para conectar

El sentido de familia se forja en los hábitos, costumbres, responsabilidades, límites, pero sobre todo, en el ejemplo de sus padres y la convivencia diaria

Comienzan las vacaciones, niños felices, juegos tirados, gritos en casa. Y a veces suele pasar que cómo madres de esta generación que somos, contemos ya con una serie de eventos, actividades, viajes o cursos programados para llenar el tiempo y acatar la creencia de entre más productivo más efectivo. Pero a veces olvidamos que las vacaciones son una buena herramienta para potencializar la comunicación en familia, recobrar lazos, conocerse en el presente, convivir y pasar el tiempo juntos. Los hijos, a la edad que sea, nunca dejarán de necesitar a sus padres; y dentro de su infancia y su adolescencia, la necesidad de ellos es básica. Los hijos necesitan ver, escuchar y saberse escuchados por sus padres.

El activismo, el trabajo, las clases extracurriculares y la escuela, en ocasiones impiden a los padres e hijos expresarse y mantenerse en sintonía, no se logra la escucha activa y se vive de forma apresurada. Hace unas semanas, mientras comenzaba a ver el bombardeo de los cursos de verano, me detuve y me pregunté. ¿Qué deseo para este verano? ¿Qué quiero que marque a mis hijos estas vacaciones? ¿Qué deseo que experimenten mis hijos? Y no pude evitar cuestionarme a ¿Qué quiero experimentar yo? Y es que no es que solo aprovechen el tiempo o estar “sin que hacer” sino que vivan una experiencia que les nutra en algún área.

Más que las actividades, que perciban un verano relajado, divertido y aprendan a disfrutar del “no hacer nada”, permitirles aburrirse y de ese aburrimiento crear nuevas y diversas formas de juego. Mucho de lo que los hijos sienten, aprenden, viven es de lo que ven en mamá y papá. ¿Qué quiero que vivan, y qué quiero vivir yo? Entonces comencé a proponerme algunos propósitos para disfrutar a conciencia y reconectar con mis hijos, reforzar vínculos y disfrutar de su crianza, porque se nos crecen en segundos. ¿Qué me quiero proponer? Reducir el estrés. Menos actividades de los niños, menos programación, más oportunidades de relajación y de aburrirse. Buscar ese ambiente, el exterior, el silencio de los medios de comunicación y el sonido de la música. Pisar el pasto, regar las plantas, plantar macetas. Reír, reír y reír con ellos. Quiero que vean a su mamá y sientan una mamá que goza y disfruta con ellos. Una mamá que aprende a disfrutar aún con el cuarto desordenado o porque ya es muy noche y aún están despiertos. Toda mamá sabemos cómo hacer reír a nuestros hijos, buscar hacerlo constantemente.

Despertar su creatividad, a través del poder del juego. Jugar o hacer una actividad con ellos mínimo 30 minutos al día sin celular y televisión. Buscando el contacto presente, mirarles a los ojos, abrazarles. Dialogar, conocerles, preguntarles qué piensan en ciertas cosas, hablar entre nosotros. Escucharle con atención, porque muchas veces por estar en el celular no lo hacemos. Darle la opción, si el lo desea, de una actividad que le nutra en lo espiritual, emocional, deportivo, intelectual, musical o social. Sólo, si el lo desea. El sentido de familia se forja en los hábitos, costumbres, responsabilidades, límites, pero sobre todo, en el ejemplo de sus padres y la convivencia diaria. La familia es el lugar que forma a la persona completa, configura y desarrolla su individualidad e identidad.

El desarrollo emocional estable y equilibrado de los hijos, se forma en gran parte por el tiempo de calidad que los padres empleamos y en la forma en la que nos involucramos en sus vidas. Los momentos de bienestar y de diversión, permiten conectarnos y logran que los hijos se sienten cercanos, perciban una apertura y de la misma manera se acerquen. Harmon Killebrew, un famoso jugador de béisbol, contaba la anécdota que él solía jugar en el jardín con su hermano y su papá. Un día su mamá les dijo “Están lastimando el césped” y su padre le contestó “No estamos aquí para formar el césped, estamos aquí para formar niños”. Esos momentos de juego, de luchas compartidas, de minutos de calidad, serán semillas que florecerán en su seguridad, su identidad y la persona en la que se conviertan de adultos.

Marijose César

Mamá, esposa, terapeuta y coach Internacional por la Escuela Internacional de Coaching en España y en New York University, Certificada en Superar pérdidas emocionales por The Grief Recovery Institute. Experta en Comunicación asertiva.