El verdadero peligro para México, son aquellos que desde ahora dan muestras de intolerancia hacia lo que no resulte como ellos quieren
Al “Jamás votaré por AMLO”, millones de mexicanos le han quitado el “jamás”. Esa es una realidad. También cierto es que Andrés Manuel, está más cerca de alcanzar la presidencia de lo que estuvo Vicente Fox en marzo del año 2000… y de lo que seis años más tarde estuvo él mismo. Y verdad también es que hoy, quienes habitan esta tierra, ya sean ancianos, cincuentones o millennials, sureños, defeños o norteños, están más hartos, decepcionados, enfadados e informados, de los pésimos manejos de sus gobernantes y de sus cómplices, como no lo han estado desde que le quemaron los pies a Cuauhtémoc. El cambio, como le queramos llamar, reversa o progreso, se va a dar.
Es normal y entendible albergar dudas o reservas sobre cómo va a actuar un nuevo régimen. Los miedos de convertirnos en otra versión de Venezuela o de ser liderados por un moderno Fidel Castro, no son gratuitos. Igual de traumático, doloroso e incierto es el parto para quien le espera una vida feliz, cómo para quien tendrá una mísera existencia. Pero si lo pensamos bien, esos miedos habremos de suprimirlos. Y vamos a darle la razón a esa extraña doctrina mediática-política-chismosa que, por un lado, señala que nadie puede ser mesías y cambiar al país nomás con voluntad, pero por otro lado sostiene que si existe un diablo que puede hacer de la nación un infierno con solo ceñirse la banda presidencial; vaya, hasta el dogma religioso es más congruente al conceder que si no hay dios, tampoco hay demonio, y viceversa. Pero, démosles la razón en algo: la naturaleza humana de quien habrá de presidir a México… y la naturaleza de la geopolítica universal.
Para esto, seamos sinceros: ¿En realidad pensamos que los Estados Unidos (léase poder económico, no Trump) le va a permitir a alguien cerrar no sólo un mercado importantísimo como es el mexicano, sino desmantelar el aparato productivo que le lleva gran parte de sus consumos y utilidades? Entonces, ¿Cómo darle a alguien que sueña con la grandeza, un lugar en la historia? Convirtiéndolo en el nuevo Bolívar. Espera, no estoy hablando de otro libertador del pueblo latinoamericano, me refiero al liderazgo que deberá asumir México para ser punta de lanza de una región del planeta que debe y quiere sumarse al progreso, a la modernidad, al primer mundo. Ese será el legado que, desde Washington, Suiza, Asia o Nirvana, le sea propuesto al próximo presidente de México. ¿Tú que escogerías? ¿Ser Chávez, o ser Bolívar?
De ahí que hoy, en una elección decidida desde la ya tradicional ruptura y desbandada panista, el verdadero peligro para México, son aquellos que desde ahora dan muestras de intolerancia hacia lo que no resulte como ellos quieren, aquellos que están sembrando odio, insultos y denostativos a quienes exigen un nuevo régimen. Aquellos que no entienden la vida fuera del presupuesto o de los negocios al amparo del poder. Aquellos que, en solo seis años, han endeudado y saqueado al país mucho más allá de un margen razonable para la clase de clase (perdón por la concatenación) política que nos cargamos. Aquellos ladrando que la izquierda no sabe gobernar, pero ignorando que la derecha no sabe perder. Aquellos amenazando que, cuando pierden, arrebatan Todos ellos -y quienes comparten sus dichos y fobias- son el peligro para México después del 1 de julio. Cuidado con ellos.
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