Muy exótico en mi infancia y juventud fue visitar el Jagüey de Ferniza hacia el sur de Saltillo. -Ya casi llegando a Zacatecas- decíamos en ese tiempo, -Aquí nomás tras lomita- decimos ahora. Albergue de un desarrollo de fincas campestres privado, la diferenciación contra ir a Los Lirios, Carbonera, el Tunal o Jame, además del rumbo y los elotes a media tarde, era el espectáculo de ver pastar fuera de corrales a decenas de bisontes o búfalos americanos traídos desde quien sabe donde a un medio ambiente que se presume, fue destino para esos imponentes animales en su migrar y regresar a su hábitat natural en Norteamérica, esto antes de que Kevin Costner los domara como vaquero de rodeo en Danza con Lobos.
Luego, con el acercamiento del mundo vía periódicos y revistas, televisión incesante y cine de perplejidad por encima de profundidad, dejamos de escuchar a la gente decir que iba al Jagüey y empezamos a enterarnos en bares y pláticas de café más que en las aulas y libros, de unas turísticas islas repletas de volcanes y etnias asiáticas que tenían un nombre similar al del ejido que antes visitábamos: Hawaii. En medio del océano pacifico, además de ser cuna de los estampados de palmeras y flores luego arrebatados por la narco-moda, Hawái pasó a ser ícono del turismo mundial, y por ende, de la cultura. Se pobló con más gente de ojos rasgados, esta vez, población flotante de japoneses con cámaras fotográficas colgadas al cuello, prestos para capturar recuerdos para la posteridad, desde los chocolatitos en la almohada de diario hasta la milenaria erupción de un volcán.
Y pues…ya sabes como soy, metí con calzador lo de la cámara del japonés para hilar ahora con la tecnología y equipamiento del tercer invitado a esta columna, el celular Huawei, de origen chino. Pero sabes también que para este columnista la tecnología es algo tan al alcance de su comprensión como la teoría de las cuerdas, así que nos vamos directo al tema que trae al Huawei citado en los mismos artículos en que aparece Trump y los buenos gringos: la libre competencia, el libre mercado, el sálvese-quien-pueda. Todo cabe en un parrafito sabiéndolo condensar:
La ilusión de un mundo libre y globalizado donde el más apto o trabajador pueda avanzar por méritos propios o independiente a un status quo, se topa con el interés económico que ve amenazado su futuro.
Todo lo demás es puro rollo para justificar el aniquilamiento o sometimiento del rival en turno, ya se trate de los nativos que debía mantener a raya Kevin Costner en su película, de los japoneses que hoy siguen pagando el desmadrito de Pearl Harbour con abonos chiquitos en el costoso Hawái, o los destinos turísticos mexicanos, que de nuevo son blanco de la furia estadounidense y se les desacredita desde todos los ángulos. Total, que por oneroso para el mexica nos quedamos sin visitar Hawái y que por Trump y sus protegidos nos quedaremos sin teléfonos Huawei… ¿alguien sabe si aún quedan bisontes en el Jagüey?
Pues inviten.
EL AUTOR
Escritor Saltillense, ganador de un Premio Estatal de Periodismo Coahuila. Ha escrito para diferentes medios de comunicación impresos de la localidad.
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