Carta abierta a mí mismo
La crisis del COVID-19 eventualmente pasará. Causará profundos dolores y lastimará a miles de familias en nuestro país. Cada historia será una tragedia. Nos recordará que somos vulnerables. Desde ya nos restriega nuestra condición humana; falible, temporal, frágil, acotada en lo individual pero sin límites como especie.
En nuestro afán de buscar certezas en un mundo de probabilidades ya estamos adelantando escenarios y profetizando cambios. No debemos engañarnos; nadie sabe qué viene, nadie sabe qué cambiará y qué quedará igual. Tan posible es que diseñemos nuevos caminos como que regresemos a los ya conocidos, con lo bueno y malo que eso conlleva.
Lo que es un hecho incontrovertible es que como especie nos hemos sobrepuesto a infinitos retos. Lo hacemos con inventiva, entusiasmo, trabajo y con la convicción de que las cosas siempre pueden ser mejores. Lo hacemos colaborando. Lo logramos queriendo.
Nos gusta salir adelante, a veces con la suma constante de pasitos y a veces con brincos gigantes. Solo hay que ver el camino que hemos recorrido, tener conciencia de dónde estamos y desde dónde venimos. No se trata solo de esperanza, que también sirve, sino de confianza y optimismo basados en evidencia.
¿Qué me hace pensar que así será? El progreso alcanzado, la estadística, el grado de civilización, la capacidad del ser humano de siempre encontrar soluciones y, sobre todo, que en estos días he convivido por más horas que las de costumbre con una mujer, un joven y una niña.
La mujer me ha enseñado que hay bases sólidas; cuida, prevé, da certeza y entreteje la paz interior de todos. El joven me muestra que hay disposición y fuerza, que se abrirán oportunidades, que no hay miedo. La niña que hay esperanza, que en cualquier escenario se puede bailar y ser feliz. Son tierra, semilla y agua.
Igualmente he visto en mi trabajo cómo se han formado equipos para enfrentar los retos y cómo han emergido nuevos liderazgos. He sentido a una gran mayoría con responsabilidad, compromiso y solidaridad.
Tengo la fortuna de estar en un ambiente médico, así que además he constatado que en la condición humana también está la respuesta a la crisis. Somos capaces de lo mejor, de pensar en el otro, en el que no ha llegado, en el que no conocemos. Somos capaces de construir un mañana.
Sí, está durísimo y apenas empieza. Cada pérdida humana es una tragedia épica. La crisis económica será aplastante, pero ¿qué voy a hacer? ¿Qué vamos a hacer? Si he de elegir un lado para estar de pie, prefiero que sea el del optimismo fundado. Digámosle a los que nos rodean, a nuestros seres queridos, a los que apenas empiezan, que todo esto será pasajero y que vamos a salir adelante, que vamos a estar bien. Me lo digo a mí.
Alfonso Ventura ,49 años, México.