Seminario Diocesano de Saltillo, imparte las materias de Relaciones Públicas y Psicología del Desarrollo.
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¿Por qué decidiste ser maestra?
Hace 5 años recibí una invitación muy especial de Olivia, Coordinadora de la Carrera de Comunicación de la Universidad La Salle y así comencé este camino de la docencia.
¿Quién o quiénes fueron tus ejemplos para dedicarte a lo que hoy haces?
Soy egresada de instituciones Salesianas y Lasallistas, cuyos fundadores tienen carisma educativo, así que mucha inspiración viene de sus enseñanzas.
Maestros que dejaron huella, imborrable y que siguen en mi mente y corazón Uno de ellos: Hermano Víctor Córdoba, nos daba filosofía, matemáticas, cálculo, química, física; organizaba los grupos juveniles y misiones de Semana Santa.
Más de 25 generaciones de bachilleres pasaron por sus aulas, en el Colegio Ignacio Zaragoza. Hombre de sabiduría, de silencios de fortaleza física y espiritual. Maestro para todos; para mí, guía, apoyo y ejemplo.
Hay una frase de San Juan Bautista de la Salle que yo aplico en esta profesión: educar con ternura de madre y firmeza de padre, es una sabia consigna para quienes protagonizan la formación de la niñez y juventud.
Don Bosco escribía: “Para ejercer una influencia benéfica, es indispensable participar en las alegrías de niños y jóvenes”.
Mi mamá también es mi ejemplo de constancia, siempre ha dado clases de inglés desde antes de casarse en el saltillense, después en el ICCAC y ahora tiene más de 6 años enseñando en la Casa del Migrante.
Mis dos cuñadas son maestras, Silvia y Edith, ellas me apoyan con sus tips, sugerencias y sus experiencias en manejo de grupos.
¿Cuáles son las mayores satisfacciones que te ha dejado el trabajar en esta cuarentena?
Satisfacciones muchísimas, cada semestre se vuelve un reto, prepararme, actualizarme y descubrir las potencialidades de cada alumno. Nada es igual, todo es cambiante, no puedo quedarme con la misma planeación de un año anterior. Para mí es muy importante llevar la teoría a la realidad en que se vive hoy.
Si pudieras regresar en el tiempo, y fuera el último día en que vieras a tus alumnos, ¿qué les dirías?
La última vez que estuve frente a grupo fue el miércoles 18 de marzo, pensamos que regresaríamos de nuevo el 20 de abril, no teníamos idea de lo que venía. De ahí hasta la fecha solo he visto mis alumnos por zoom y los leo por todos los mails que nos enviamos. ¡Que los extraño! Por supuesto, la sensación de estar parada frente a ellos, a estar detrás de una pantalla, es completamente distinta.
Sin embargo, estoy convencida que, de no ser por esta contingencia, tal vez, no me habría animado a sumar las herramientas digitales, para conocer el mundo de la educación virtual. Cuando vivimos en un ámbito de educación tradicional, se vuelve un estado de confort. Qué importante es refrescarnos, modernizarnos y descubrir nuevas alternativas para estar cercanos.
Agradezco la oportunidad de enseñar a pensar, enseñar a compartir, enseñar a SER. De tener un esposo que me apoya y me ayuda a renovarme.
Entre mis mejores maestros, tengo que contar a mis hijos, a mis alumnos y a mis amigos expertos que me ayudan a relacionar práctica y teoría.
¿Qué duele?
La incertidumbre, el aislamiento, la falta de convivencia, la crisis económica que se avecina.
¿Qué se agradece?
Estar juntos como familia, la salud, el trabajo.
¿Quién nos sostiene?
Después de atravesar este desierto, llamado cuarentena, que nos sorprendió en la Cuaresma, tenemos la posibilidad de salir, más fortalecidos, mejores seres humanos, mejores ciudadanos, sabiendo que tenemos miedo porque todos somos frágiles, y a la vez, todos valiosos. Dios nos sostiene, con su infinita misericordia.
