¿Quién dijo que éramos débiles?
Puedo sonar feminista cuando digo que la historia que nos cuentan es la que dictan los hombres. En todos los textos históricos, bíblicos, científicos y artísticos primero van los hombres, su versión de los hechos, y las mujeres no aparecemos, o bien, tenemos un rol menor, casi siempre como un accesorio o con un papel secundario.
Durante siglos hemos sobrellevado esa participación, en la sombra. Hemos guardado nuestros sueños para después, porque como esposa, madre, hija o nieta, así nos tocó. Hemos de elegir la familia, el cuidado, el ambiente privado, las emociones calladas, la templanza, la decencia, el pudor.
Quienes se han atrevido a sublevarse han sido duramente juzgadas: ¿Por qué no te has casado? ¿Por qué no quieres tener hijos? Qué raro que vivas sola… ¿qué haces que no quieres vivir con tus papás? ¿Por qué trabajas, si tu marido te mantiene? ¿Para qué quieres estudiar esa carrera de hombres? No hagas ese tipo de ejercicios porque el cuerpo se te va poner de hombre.
Casi siempre las han tildado de locas y, a veces, con adjetivos peores. Pero, poco a poco, empezamos a despertar.
Hoy el mundo necesita de nuestra voz, de nuestra fuerza constante y la hermandad de nosotras las mujeres. Hoy debemos dar fuerza a nuestros instintos, liberar nuestra esencia auténtica y femenina para atrevernos a hacer todo lo que siempre hemos deseado.
Hoy se vale, y se necesita, de nuestro cuidado, nuestro poder y nuestra sanación en todos los niveles.
Porque nuestra perspectiva de mujeres nos provee de una visión más amplia y humana, algo que el mundo echa de menos. Hoy es cuando debemos atrevernos a despertar, tirarle a lo grande y sin miedo. Justo hoy, en medio de una pandemia, donde todo se vuelve incierto, éste es le momento de actuar y, como mujer, hija, hermana, amiga, podemos hacer la diferencia.
Twitter: @claravillarreal