Te recuerdo pequeña y siento nostalgia, pero de esa que se combina con ternura, al evocar esos ojitos llenos de brillo, tu sonrisa tan pícara y las ganas de comerte al mundo.
Con tus muñecas de aquí para allá, con tu imaginación volando a mil por hora e inventando cuentos y muchas historias. Llena de energía y grandes sueños por cumplir.
Con prisa por crecer, hacerte adulto y que te pasaran cosas como a las protagonistas de las películas. ¿Qué te diría hoy? ¿De qué te liberaría? ¿Qué te agradecería y de qué te perdonaría?
En psicología se utiliza la terapia narrativa como una práctica para sanar las heridas emocionales, para organizar los pensamientos y eliminar las creencias que por tanto tiempo almacenamos en nuestra memoria.
El redactar una carta a nuestro niño interior nos ayudará a conectar con nuestra esencia, soltar todas las cosas que llevamos cargando desde hace años, expresar lo que sentíamos y seguimos sintiendo, liberarnos de aquello que tanto tiempo hemos callado y que en la actualidad sigue haciéndose presente de muchas formas. Cualquier detalle, aunque parezca insignificante, puede ser el detonante de cómo estamos eligiendo vivir.
Este texto es un regalo para uno mismo; es darnos la oportunidad de mejorar, de perdonar, de agradecer y cerrar etapas. De reencontrarnos con quienes fuimos y volver a ver la vida con ojos de inocencia y verdadera sensibilidad.
Puntos importantes para el ejercicio de la escritura terapéutica:
- Elige un lugar tranquilo, prepara el ambiente con música relajante y un par de velas.
- Conéctate con tu respiración, inhala y exhala tres veces.
- Imagina al niño que fuiste, recuerda lo que te gustaba, lo que te molestaba, los sueños que tenías, las alegrías y las tristezas que te marcaron.
- Escribe los sentimientos del niño que estás visualizando: ¿quién es?, ¿cómo es?, ¿cómo se siente?, ¿qué necesita?
- Escribe una carta y dile todo lo que sientes, incluye detalles, anécdotas, personas, fechas.
- Sé amable, utiliza lenguaje positivo, dale las gracias, compréndelo, perdónalo y abrázalo.
- Al terminar vuelve a tomar aire y al exhalar mándale mensajes llenos de amor.
De niños no elegimos la forma en la que queremos vivir, tampoco las situaciones a las que nos exponen, ni las personas con las que convivimos. Sin embargo, como adultos, tenemos la responsabilidad de trabajar en aquello que nos lastima y sanar las heridas de la infancia para romper con cualquier patrón, vivir sin ataduras y liberarnos de culpas.
Dale todo el amor y honra al niño interior que aún vive en ti.