Cada año suelo hacerme un chequeo médico y el del año pasado arrojó un resultado que ameritaba cierta atención. No era algo urgente, pero tampoco debía dejarlo pasar. En ese momento, se controló solo con monitoreo. Este año, al repetir los mismos estudios, el hallazgo llevó a mi doctor a proponerme una cirugía. En apoyo con mi familia, acordamos que este era el mejor momento para llevarla a cabo.
Una semana después de los estudios, ingresé al hospital. Era un sábado a las 4:45 de la tarde cuando mi doctor me explicaba detalladamente en qué consistía el procedimiento de la laparoscopía y cómo cada cirugía se compone de un equipo multidisciplinario. Me presentó al “Barman”, como él mismo se hace llamar. En realidad, era el anestesiólogo. Más tarde me encontraba en el quirófano, donde el “Barman” a penas me dijo: “Ahora vas a empezar a sentir…” y en ese momento deje de sentir.
Cinco horas más tarde, desperté. Todo había salido como el doctor lo tenía planeado. Me asignaron el cuarto 423, eran las diez de la noche. En cuanto entré a la habitación, volví a caer en un sueño profundo. Esa misma madrugada me despertó una de las necesidades humanas, llamé por el intercomunicador, logré ponerme en pie con el apoyo de Ana, mi enfermera del turno de la noche, fui al baño y, al regresar a mi cama para recuperarme de ese gran esfuerzo, vinieron a mi mente tres grandes reflexiones:
Mi definición de “éxito” cambió. El éxito no es precisamente tener dinero, no es fama, no es ganar una campaña, no es tener la aceptación o reconocimiento de los demás. El éxito de cada uno de nosotros depende de nuestro propio contexto. Depende del día que estamos viviendo y de la experiencia que estamos experimentando. Ese día dejé de conquistar otras victorias para levantarme e ir al baño, porque me asusté después de un profundo mareo que me dejó sentada por varios minutos, sin poderme mover y respirando una torulita de algodón con alcohol. Éxito para mí en ese momento significaba regresar con bien a la cama.
Mi definición de compromiso se hizo más clara. Sabemos que el compromiso implica cumplir con las obligaciones adquiridas. ¿Pero qué tal cumplir cuando te sientes mal, cuando no tienes muchas ganas, o cuando estás recién operado? Un compromiso es cumplir con nuestra responsabilidad, es cumplir con tu palabra sin importar cómo nos sintamos. Cumplir es cumplir, y mi definición de compromiso cambió cuando, sentada desde esta cama, te escribo mi editorial.
Nuestro cuerpo es maravilloso y merece respeto. Nunca está de más checarnos, estar al pendiente de nuestra salud y asistir a chequeos de rutina. Una atención oportuna de algún malestar puede hacer la gran diferencia entre una cirugía programada en una ambiente controlado a requerir atención de urgencia. Además de ser la primer cirugía que me hago en mi vida, experimenté el hablar con mi cuerpo previamente a este proceso, le expliqué por lo que íbamos a pasar. Tuve este diálogo con mi cuerpo y los resultados fueron maravillosos
Desde la misma cama del hospital, te deseo que logres el éxito del día, que tus compromisos sean cumplidos, que tu maravilloso cuerpo tenga salud y que generes en tu vida tu propio ecosistema lleno de luz y abundancia.
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