Las semillas se depositan a temprana edad y se riegan con el tiempo.
Son muchas las facetas que integran nuestra personalidad y algunas de ellas solo florecen cuando se siembran desde la infancia en un corazón fértil. Desde muy pequeños, nuestros padres constantemente nos hablaban con analogías llenas de consejos para que fuéramos descubriendo la forma en la que debíamos comportarnos en una situación respetuosa; cómo, cuándo y a quién sabernos dirigir y como comportarnos de manera educada a cada lugar al que íbamos. Todo eso influye, pero el ejemplo que ellos nos dieron crearon un impacto aún más grande en cada uno de nosotros.
Desde pequeña me ha tocado participar en eventos donde todos nos unimos a una sola voz para entonar el himno nacional y se siente como una celebración, como un gozo al que solo nosotros tenemos acceso como mexicanos. Recuerdo que mis padres junto con familiares y amigos construyeron con sus propias manos un lienzo charro, construido en su totalidad de madera. Las charreadas se llevaban a cabo los fines de semana y ver entrar a los jinetes al lienzo charro sobre sus caballos escoltando a nuestro lábaro patrio y dando así el inicio al evento, son de las memorias que aún recuerdo de mi infancia. Creo que fue en ese momento cuando la semilla del amor y el compromiso por mi país se sembró en lo más profundo de mi corazón.
El fin de semana terminaba y continuaba con un lunes a las 8:00 de la mañana rindiéndole honores nuevamente a nuestra bandera dentro de las instalaciones del colegio. Esto sucedió por muchos años, semana tras semana.
Luego recuerdo algunas noches, cuando se escuchaban las notas de nuestro himno nacional en la televisión y salía la imagen de la bandera ondeando en su máximo esplendor y a todo color, veía a mi papá de pie a un lado de su cama cantando el himno nacional, saludando a la bandera y participando en este acto a distancia.
Crecí sintiendo un gran amor por México, pero era un amor ingenuo, algo desordenado, efusivo y sin rumbo. Años más tarde, ya como adulta, todo cayó en su sitio.
Hace 4 años tuve un acercamiento con las Fuerzas Armadas, por suerte o por destino, en donde ofrecí servirles profesionalmente y tuve el honor de que me abrieran las puertas para sumar y colaborar. Para mí, esta ha sido una de las más grandes satisfacciones que he tenido como profesionista, como persona y, especialmente, como ciudadana.
Siento que aquella plantita que crecía con vigor pero sin rumbo por fin se ordenó, y comenzó a desarrollarse con mucha más fuerza y seguridad.
Estoy convencida que con voluntad, pasión y haciendo equipo aún podemos lograr grandes resultados para nuestro país. Solo es cuestión de servir y no servirse.
“México, por ti mi vida entera”.
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