A tres meses de finalizar el año, de cerrar el 2022, me tomé un respiro en un paraíso. Mazunte fue el destino, un pueblito mágico situado al sur del estado de Oaxaca en la región de la costa, un atractivo mundial que se caracteriza por sus olas grandes, ideales para practicar surf, y también por el cuidado y la protección especial que le dan a las tortugas.
Para mí, fue un bálsamo para el corazón, un despertar de recuerdos y una fuente de inspiración para seguir buscando las muchas formas de vivir.
No sabía mucho del itinerario del viaje, solo empaqué un par de trajes de baño, unas sandalias y ropa fresca. Al llegar, noté cómo el calor subía por mi cuerpo, las preocupaciones se desvanecían y el tiempo parecía no avanzar.
Mazunte, sus playas y la fuerza del mar me transmitieron mucha paz, pues es un lugar donde caminar despacio es posible, admirando la tranquilidad de la gente y la alegría en sus rostros.
Los negocios locales son dignos de fotografiar y, por supuesto, consumir: ropa confeccionada a mano, nieves naturales hechas con frutas frescas de la región, artesanías de barro negro y hermosos alebrijes.
Increíble ver la fusión de culturas. Un deleite siempre a la hora de comer, pues la comida es muy variada: pastas y pizzas a la leña con recetas exquisitas de extranjeros ya instalados en la región o la tradicional comida oaxaqueña, mole, arroz y tlayudas, sin dejar a un lado los pescados y mariscos frescos.
Los días comenzaban temprano, fueron unas mañanas ideales que quisiera que se repitieran más seguido: café, pan recién hecho y fruta, contemplando el azul cristalino de las olas del mar y sintiendo la arena color dorada en mis pies; sin pensar en nada más, solo viviendo el momento.
Todo es bonito, todo es sencillo y natural. El escenario perfecto para leer, para escribir, para pensar, para reconectar y cuestionar, pues la tranquilidad del ambiente da espacio para ello.
Los atardeceres los contemplé desde distintos sitios: Punta Cometa, Playa Mermejita, Playa San Agustinillo, cada uno de forma diferente, transmitiendo también distintos sentimientos.
Definitivamente fue un gran viaje, el lugar perfecto para descansar del ruido, de los deberes y hasta de uno mismo, pues allá eres distinto: caminas descalza, despeinada, libre.
Me quedo con muchos recuerdos del viaje, con varias lecciones que aplican para todo.
Di siempre “si” a la aventura, no desaproveches la oportunidad de hacer algo diferente, pues la vida es justo para eso, para disfrutarla, sentirla, gozarla. Nunca es tarde para conocer nuevas personas, hacer amigos, escuchar otras historias y ver las muchas otras formas de vivir.
¡Tómate un respiro en algún paraíso, cierra el 2022 de la mejor manera y crea momentos especiales! La vida es una, ¡se vale disfrutarla!