Hace poco recibí un comentario sobre lo malo que (según ellos) sería para mis hijas el permitir que me vieran mientras lloraba, después de un día complicado con ellas o simplemente por una situación difícil. “Lo malo” que sería ver a una mamá tan frágil, incapaz de controlar sus emociones y en un momento de vulnerabilidad. Me quedé pensando por unos momentos, realmente pensé en lo que esta persona dijo; pero, más que meditarlo para cambiarlo YO y dejar de mostrar mis verdaderas emociones enfrente de mis hijas, reflexioné sobre esa persona, en lo triste y retador que será para ella al ni siquiera poder nombrar las emociones, y menos acompañarlas y validarlas frente a sus pequeños.
Ante toda la ola que provocó la última película de Disney, “IntensaMente 2”, la cual nos habla de las emociones, quiero platicar un poco sobre este tema tan importante.
Somos mamás, somos poderosas y estamos, pensarían los demás, hechas de hierro. Somos el ejemplo que nuestros hijos ven, a quienes observan desde que se despiertan hasta que cierran los ojos por la noche. Somos trabajadoras, cocineras, choferes, entretenedoras, maestras y mucho más; pero también somos humanas y nos podemos quebrar. Nuestros hijos tienen todo el derecho de ver eso: que es válido, después de un largo día, un desborde o alguna situación en la cual no sepamos qué más hacer. Claro que querremos sacar todas esas emociones que sentimos e intentamos mantener guardadas. Se vale llorar y que ellos lo vean, siempre acompañando esas emociones con una explicación: la razón de nuestras lágrimas, nuestro enojo o nuestra felicidad.
Hay tantas personas, papás y mamás, niñas y, sobre todo, niños, a quienes les dijeron que no debían llorar, ni mostrarse “débiles” y que debían ser fuertes. ¿Fuertes para quién? Todos sentimos, y la tristeza y el llanto son signos de fortaleza, por tener el valor de mostrar tus emociones a flor de piel. Nunca se deberían minimizar y mucho menos avergonzarnos.
Nuestros hijos podrán atravesar los momentos difíciles, como berrinches, desbordes emocionales o frustraciones, más fácilmente si los acompañamos y les mencionamos cada una de las emociones que pudieran estar sintiendo. Puedes leerles, cantarles, ponerles una película, un video o simplemente explicarles cada una de ellas (felicidad, tristeza, frustración, enojo) y cuándo las podemos experimentar.
Las emociones nunca se deben guardar, ni de pequeños, ni de adultos. Son parte de nuestro ser, nuestra esencia como humanos. Aprendamos a validarlas con y para nuestros hijos, y así ellos tengan la libertad y el poder de sentirlas y aceptarlas, sean positivas o negativas, sin dejar de acompañarlos.