Tema matón y pegador. Me siguen llegando hartos comentarios de usted, que me hace el honor y el favor de leerme. Usted y nadie más me anima a seguir explorando este tema de nunca acabar: los brebajes, los potajes, los venenos y pócimas, los alimentos envenenados, los elíxires que matan o que hacen vivir, según sea el caso. Tema inagotable y apasionante.
Leyendo al gran filósofo y guerrero Marco Aurelio (121-180, después de Cristo), en sus célebres “Meditaciones”, este hace hartas referencias a varios temas, los cuales usted y yo hemos explorado: los alimentos, las bebidas, los afrodisíacos, ir al retrete, la frugalidad en el comer, pero también los grandes banquetes. En fin, este filósofo da para mucho. Como todos los grandes autores los cuales hablan de todo, es decir, de la vida misma.
Lo he escrito en todos los espacios editoriales disponibles: en lo más mínimo me gustaría ser eterno. Basura. Si llega la silenciosa y buena muerte, a ella me plegaré en su momento. No hay de otra, pues. ¿Vivir eternamente? Es un “pensamiento espantoso”, lo escribió el filósofo George Steiner en su momento. Pero es una idea viva que la humanidad ha tenido siempre. Es decir, nuestra naturaleza y llamado es vivir, no ir a la muerte. Bueno, en teoría; en el aquí y el ahora, los suicidas -al menos en Coahuila- son legión. Prefieren morir a vivir.
Decía: la idea espantosa de querer ser eternos. Al respecto, Marco Aurelio, citando a la vez a Platón, transcribe un aforismo breve, bueno y lapidario:
“Mediante alimentos, bebidas y sortilegios,
se intenta desviar el curso del destino, para evitar la muerte”.
Hago notar su atención y acento, señor lector, en lo siguiente. La tríada matona de la cual he estado aquí hablando, en esta ya buena saga de textos: alimentos, bebidas y sortilegios. Magia, pues.
Hace poco le hablé aquí del aceite de ricino, el cual nuestras abuelas o madres recetaban para todo mal, no obstante ser un potente veneno. Pero no solo el ricino es un potente veneno natural emanado de las plantas de nuestro entorno (algunas de las cuales, y aún hoy, adornan nuestro jardín, sin saber o identificar que estas son venenosas y tóxicas). Plantas venenosas también lo son: manzana verde, trompeta de ángel, adelfa, ortiga, cicuta (famosa en la historia porque su elíxir lo bebió para morir el mismo Sócrates), la belladona… y, claro, la madre de todas estas: la bíblica mandrágora, la cual lo mismo es del diablo que de Dios. Lo mismo cura o mata.
Vaya pues y para terminar hoy: tal es su fama que William Shakespeare la incluyó en Romeo y Julieta y, en un tiempo más reciente, la inefable J. K. Rowling la tomó como buen pretexto en su saga de Harry Potter, el niño mago, donde la planta es protagonista y personaje.
¿Ya ve que todo tiene que ver con la bebida y la gastronomía, señor lector? No se pierda esta saga. La mandrágora grita, la planta tiene voz y, no pocas veces, se le considera… humana. Puf. Lea la Biblia, por favor.