Cuando escuchemos hablar del nacimiento de Cristo, guardemos silencio
Y dejemos que ese niño nos hable, grabemos en nuestro corazón sus palabras sin apartar la mirada de su rostro. Si lo tomamos en brazos y dejamos que nos abrace, nos dará la paz del corazón que no conoce el ocaso, este niño nos enseña lo que es verdaderamente importante en la vida.” Papa Francisco, Mensaje Navidad 2015 Ya he escrito sobre cómo vivir una Navidad diferente, encarnando una virtud, sintiéndola a profundidad, dejándonos transformar por Jesús Niño, soltando rencores y resentimientos y abrazando lo más querido. Y es que la Navidad nos destapa emociones, recuerdos, nostalgias y emociones complicadas. El mayor peligro de ésta época es dejarnos abrazar por la desesperanza, y que ésta nos lleve a la tristeza. No permitamos que el mundo tan lleno de conflictos económicos, políticos y de todo tipo, NOS ROBE la posibilidad de adueñarnos de ese inmenso regalo que Dios nos da: la Sagrada familia. San Francisco de Asís fue quien comenzó a representar el Nacimiento, y se refería a él cómo un “signo visible” de la más grande historia de amor.
En él, Dios nos regala la cátedra máxima de amor, Dios se hace niño para que nosotros experimentemos el amor. El nacimiento fue probablemente nuestro primer contacto desde que éramos niños con la Sagrada Familia. Irma Aguirre Cárdenas, en su conferencia sobre la Navidad, nos marca la pauta más importante: Adentrarnos al Nacimiento. El mundo nos invita a que veamos el nacimiento como un adorno más. Ponemos el nacimiento cómo un decorado al igual que el reno. Regálate el tiempo de tocarlo, de cargarlo, de acomodarlo, de meterte en él. A través de él, podemos tocar ese regalo. ¿Quieres vivir realmente la Navidad? Métete al nacimiento, contempla el Belén tu siendo parte de él. Visualízate a un lado del pastor y decídete a querer renovar todo lo que pasa en ti, renovando de nuestra piel para adentro. Eso es lo que sí podemos renovar, y cada año el Belén nos regala como oportunidad. ¿Quieres ser parte de él? Comienza limpiando esa mirada, esa que se nos va ensuciando, empañando con los años y las heridas. Visualiza al bebé y medita cómo todos nacemos cómo un bebé: Indefenso, necesitado de nuestros padres y de su amor para sobrevivir. Fulton Sheen, arzobispo de Estados Unidos, decía que el comprendió porqué Dios quiso nacer bebé: Porque nadie puede amar algo que no pueda rodearlo con sus brazos. Los brazos son una extensión del corazón. Sólo aquello que somos capaces de abrazar, somos capaces de amar. Como seres humanos tenemos la necesidad de abrazar para expresar nuestro afecto. Abraza ese bebe, cárgalo, regálale tu amor. Deja de fijarte en el aspecto físico de tu nacimiento. Lo importante es tocar al Niño Jesús de tu nacimiento, cargarlo, y dejar que tus hijos también se acerquen. Acércate al nacimiento, acércate al pesebre, disponte a estar ahí para que José y María te permitan cargar a su hijo. Mira el nacimiento, identifícate: ¿Qué tienes que ofrecer? ¿Qué acto de amor, de perdón o situación tienes para ofrecerle? Mira a José y a María, tan jóvenes, siendo testigos de un misterio que aún no acaban de comprender pero al mismo tiempo lleno de mucho amor.
Ellos se veían como un equipo. En el matrimonio, no se atropellaban, no competían, tenían clara sus misiones, juntos podían sacar adelante y educar a Jesús. Mira la estrella, aférrate a esa estrella. Aférrate a los tiempos de luz, esos son los que nos dan la razón en los momentos de obscuridad. Todos los cristianos tenemos un pedazo de nuestro corazón en Belén. Que esta Navidad lo más importante para ti sea estar en el Nacimiento, mirarlo con otros ojos. Recuerda que el misterio de la Navidad se trata del amor. Si no hay amor, todo resulta hueco. Abre ese corazón y recuerda ir plantando el amor a través de miradas, besos, servicio, actitudes. Observa la vocación de la familia y de qué manera vivirla en tu vida. La misión de la familia es: No cansarse, alimentar el amor, y ayudar a nuestros hijos a crecer en virtudes y en espíritu. Siente el Belén, adéntrate al Belén, mírate cómo hijo, cómo madre, cómo pastor, cómo rey, dispuestos a adorar al verdadero Rey y dueño de nuestras vidas. Sé un verdadero Belén acogedor, lleno de amor, de un corazón limpio y puro dispuesto a DAR y no buscando recibir.