Abundan las relaciones nacidas en la Red. Algunas tienen final feliz y otras terminan como empezaron, en el ciberespacio de la soledad.
Rosa* (nombre ficticio), se ha dedicado más a dejarse conquistar que a ‘atacar’ en la Red. Esperaba a que fueran los hombres quienes le escribieran; miraba si le interesaban o no por la descripción que ponían en sus perfiles, por su edad y su foto. Consciente de que estos datos no eran más que información superficial de lo que de verdad había detrás, Rosa se metió en el juego de la seducción virtual en varias ocasiones.
Primero les hizo contestar un cuestionario bastante divertido para medir su sentido del humor –algo básico para descartar posibles psicópatas.
Si alguno llamaba su atención positivamente y sus faltas ortográficas no le ocasionaban desmayos, intercambiaba una serie de mensajes mucho antes de dejarse convencer para un posible encuentro cara a cara.
En su caso, la única ‘relación’ más duradera fue con un hombre al que conoció a través de una página de contactos y por ‘más duradera’ se refiere a recibir muchas llamadas de él siempre, y varias invitaciones a cenar, esto hasta que se empeñó, como un loco psicópata, en que fuese a su casa ‘a ver una película’.
Rosa descubrió que al conocer a la persona físicamente no se cumplieron sus expectativas, pues se dio cuenta de que nada tenían que ver con las fotos de sus perfiles. La Red es una buena opción para socializar y salir un poco de casa.
DE LA RED AL ALTAR
María M. Sánchez, 31 años, cuenta su historia con mucha ternura. No es para menos, sucedió todo tal como lo había soñado. De profesión contadora, Sánchez vive hoy con su marido y su hijo de casi dos años. Conoció a su actual pareja por Internet.
Se contactaron mediante una página web. Después de un intercambio intenso de mensajes todos los días y a todas horas, decidieron encontrarse en un bar. Por precaución, María avisó a todos sus amigos. La cita duró cinco horas y terminó con un beso inolvidable. La llevó a casa y a los cinco minutos le llamó por teléfono y le dijo ‘yo te dije que no iba a poder dejar de pensar en ti.
AMOR TRAS LOS 50
El amor por Internet no entiende de edades. Prueba de ello es Alcira, terapeuta de 63 años que conoció a su media naranja por este medio hace ya diez años.
Alcira, para seguir en contacto con su hija, de viaje por EU, aprendió a usar la computadora y se metió en una sala de encuentros. En el chat se topó por casualidad con Óscar. Y así, sin conocerse, se escribieron durante más de diez meses. En ese entonces ella vivía en México; él en Argentina. Se conocieron personalmente en un viaje. El 24 de diciembre de ese año se comprometieron en Playa del Carmen, México, para vivir juntos.
UNIDOS POR LOS LIBROS
La norteamericana Julia Hunter (40 años) conoció al mexicano Fernando Lozada, consultor y ‘coach’ de 38. El medio fue un foro literario sobre un autor de temas espirituales al que ambos admiraban y cuyo moderador, precisamente, era Fernando. Desde Maryland, EU, Julia se hizo novia de Fernando en la Ciudad de México.
Cada persona es un mundo y los procesos de seducción o conquista varían de uno a otro. Pero en lo que coinciden todas estas parejas de enamorados por Internet, es que la evolución del enamoramiento va muy lento y casi siempre empieza con una amistad, al no estar presente la química o atracción que solo puede percibirse físicamente.
Internet puede sacar lo mejor o lo peor de una persona. Lo que nunca falta es cierta incredulidad y temor ante quién está detrás de la pantalla. En cualquier caso, lo que está claro es que en asuntos amorosos, la Red te permite crear una imagen e imaginarte otra.
El anonimato puede servirle a alguien para juzgar, engañar, calumniar o insultar sin dar la cara. Pero también puede ayudar a otros a liberarse del yugo de la imagen física para poder mostrar la belleza interior.