Con muchísima gratitud, regreso hoy a escribir para VANGUARDIA, periódico que siempre me ha hecho sentir como en casa. Después de muchos años publicando mi columna “Todo va a estar bien”, estuve ausente por varios meses, readaptándome a mis nuevos compromisos, primordialmente el de ser esposa y mamá. Por cierto, queridos lectores, un miembro más llegó a mi familia: Carlo, de nueve meses. Me encuentro redescubriéndome a mí misma nuevamente a través de la maternidad, ahora con un hijo en el cielo y otros tres en este mundo, a quienes también espero acompañar hasta el cielo.
Vuelvo a ustedes con mucha esperanza de poder ofrecerles reflexiones desde el corazón, que nos hagan pensar, sentir y meditar; pero, sobre todo, que nos inspiren a ser mejores seres humanos. ¡Vamos remando juntos, y yo también comparto con ustedes esta búsqueda continua de mejorar!
Y hablando de esperanza, esta es la virtud elegida por el papa Francisco para este año Jubilar y como Coahuila brilló en el Vaticano con su presencia, quise compartirles más sobre esta virtud, tan presente dentro de nuestra fundación al ayudar a niños enfermos con cáncer y sus familias.
En resumen y para quienes apreciamos las respuestas concretas: ¿Qué es el año Jubilar?
Es la celebración de un año santo para la Iglesia católica, que se realiza cada 25 años. Es un año especial y de gracia que nos invita a la reconciliación para renovar nuestra relación con Dios y con el prójimo. ¡Gran regalo de júbilo y alegría para los que tenemos fe!
Este rito se realiza abriendo tres puertas en distintas basílicas del Vaticano y de Roma, con la diferencia de que, para este Jubileo, el papa Francisco decidió abrir -por primera vez- otra más en una cárcel, para ofrecer a los presos un signo de cercanía -parte del trabajo que ha venido haciendo desde el inicio de su papado: “abrir las puertas de la Iglesia para todos”-, a fin de que sea para ellos “un símbolo que invita a mirar al futuro con esperanza y con un renovado compromiso de vida”, estableció en Spes non confundit.
Al abrir esta puerta en una cárcel, el papa nos invita con el ejemplo a abrir las puertas de nuestro corazón hacia los demás, incluso para aquellos que pudieran parecernos despreciables. La dignidad de cada ser humano es prioridad y absolutamente todos tenemos la oportunidad de ser mejores. ¡Esa también es la esperanza que libera, incluso, de ataduras que podamos llevar por años!
Cuando mi hijo estaba en el hospital peleando contra el cáncer, siempre decía: “mientras haya vida, hay esperanza”. Ahora que ya murió, escribo con certeza: “y aún cuando ya no hay vida, siempre tendremos el regalo de la esperanza, esa de volvernos a encontrar”. ¡Así de importante y bella es esta virtud! Si aún no la conoces, te invito a que vayas a algún hospital, a mirar cómo pelea por su vida un niño con cáncer. Para mí, no hay mayor ejemplo de vivir con esperanza.
Te invito a que empecemos este 2025 llenos de esperanza, que es un estado de ánimo positivo, de optimismo, confianza y fe.
Esperanza en estos años, donde hubo pandemia, guerras, odio, tragedias, ideologías… En tiempos que pudieran parecer difíciles, tenemos la opción de elegir esperar con confianza y fe, sin cansarnos, por 365 días, un día a la vez. ¡Unamos nuestra voluntad a un año cargado de gracia, para fomentar y vivir esta maravillosa virtud en nuestras vidas!