Todos estamos locos.
El concepto de inteligencia emocional ahora nos resulta muy común. Estamos familiarizados con la idea de identificar, expresar, matizar, modular o exaltar las emociones según nos convenga dada la situación. Poco a poco hemos ido ganando la inteligencia de conocer nuestras emociones, a fin de vivirlas plenamente y asumiendo la responsabilidad que nuestro sentir genera entre nuestros seres queridos.
El tema hoy es común, pero antes no lo era. Quienes actualmente somos adultos fuimos criados por padres y madres que tenían ideas muy elementales, cuadradas y, posiblemente, hasta erróneas de las emociones. Por ejemplo: “los hombres no lloran”, “deja las lágrimas para cuando me muera”, “no tienes motivos para sentirte triste”, “es que ella así es”, “lo que pasa es que lo provocan para ser violento”, “tú deja de hablarle unos días y verás cómo regresa arrepentido” son frases que podíamos escuchar y que hoy más de uno levantaría la ceja con asombro e incredulidad. Crecimos con esas ideas, pero no tenemos por que quedarnos con ellas. La respuesta está en terapia.
Siempre he sido una gran defensora de la terapia. El acercamiento con psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas es una gran herramienta para el autoconocimiento, que es el primer paso para ganar control sobre nuestras emociones. Tenemos que conocernos, identificar qué nos duele, qué nos motiva, qué traumas venimos arrastrando; no porque sea malo, sino porque todos los tenemos, todos tenemos algún malestar emocional, es normal. Como dice una amiga, “todos estamos locos, la diferencia es que unos nos hacemos cargo de nuestra locura”.
Pues bien, ser adulto implica hacerse cargo de la locura que traigamos, porque así tenemos más oportunidades de sobrellevar las cosas con armonía. No quiere decir que nunca más vayamos a llorar o que jamás vayamos a atravesar una situación dolorosa, pero las posibilidades de que lo hagamos con mayor dominio, con seguridad, se incrementan muchísimo.
Los miedos, las aprehensiones, la ansiedad quizá sigan ahí, pero en terapia aprenderemos a ganar visibilidad sobre ellas, a identificar cuándo nuestras respuestas vienen de ahí y no de nuestro verdadero ser, y entonces iremos ganando terreno. Es decir, no se trata de ir a terapia para cambiar completamente quienes somos o para convertirnos en otra persona, eso no sucede; pero sí para progresar hacia una versión más auténtica, real, sana y feliz de nosotros mismos.
En este inicio de año uno de los mejores propósitos que podemos tener es asistir a una terapia en la que podamos trabajar aquellos aspectos de nuestra persona que pueden pulirse. Es como ir al gimnasio para ponernos en forma, ganar salud y vernos bien. Pues lo mismo en terapia: es para ponernos en una mejor forma emocional, ganar salud y, ciertamente, nos veremos mucho mejor.
Que el 2023 sea el año en el que ganemos todas las habilidades para vivir una vida mucho más consciente y con un manejo más sano de nuestras emociones.
Nunca es tarde para adquirir nuevas herramientas para vivir en armonía con nuestros seres queridos.
¡Feliz Año Nuevo!
P.D. Si estás pasando por una situación que sobrepasa tu entendimiento, contáctanos. No estás sol@.
Twitter: @claravillarreal
contacto@claravillarreal.com