Encontrando propósitos dentro de este confinamiento
“No son los más fuertes de la especie los que sobreviven, ni los más inteligentes. Sobreviven los más flexibles y adaptables a los cambios.” Charles Darwin
Han sido meses en los que nos hemos mirado al espejo observando una versión positiva, ciertamente agradecida, aunque en ocasiones desastrosa y otras tantas cansada. Y aún siendo positivos, agradecidos, resilientes… sale a flote esa parte humana que se cansa, que se desespera, que deja de mirar la claridad y profundidad de una hermosa pared blanca y se estaciona en alguna mancha negra dentro de esa inmensidad.
La mirada cambia, porque cambian las propias emociones, cambia la propia realidad, cambia el día a día, cambia la rutina, la vida de los hijos, la de la que “era mi vida”…
Y esa vida eventualmente ha de regresar, pero… ¿Cuándo? ¿Cómo acomodo la pieza del cuándo? ¿Cómo aprendo a vivir en el sólo por hoy sin sentir que pierdo el control de todo? ¿Cómo vivir en el día a día sintiendo que se acaban las energías para ser la mejor versión de mi en este momento?
Hemos de abrazar esto que hoy somos, y cada pieza y emoción de lo que sucede dentro y fuera de nosotros y que no sabemos cómo manejar. Hemos de abrazar emociones negativas que tal vez jamás habíamos experimentado, y hemos de darnos permiso de decir: estoy sobreviviendo y con eso está bien. Hemos de abrazar que la fuerza de cada día es distinta y que Dios no ha dejado de mirarme en todos los momentos en que me he exigido de más para estar de pie. He de abrazar que como lo he hecho está bien y no existe el “si lo hubiera hecho distinto”. Hemos de abrazarnos con toda esa parte luminosa y obscura a la que nos ha orillado este encierro y darnos permiso de celebrar que así somos, con esa dualidad.
Y así, mirándonos con esos ojos compasivos, reconocer con qué nos conecta todo esto de tanto que hemos vivido en tan poco… Tal vez…
Me conecta con mis miedos. Porque aparece el natural miedo a la muerte, al que se muera un ser querido, al tiempo pendiente y perdido, a lo vulnerables que somos.
Me conecta con mis pérdidas, porque he llorado sin razón y sin sentido.
Me conecta con mis heridas, porque estoy reactiva y salen a flote esas cosas pendientes por sanar.
Me conecta con mi ansiedad, y con todo eso que no puedo controlar.
Me conecta mi enojo sin razón, ¿con qué frustraciones en mi vida?
Me conecta en mi parte física (insomnio, comer por impulso…) con las emociones negativas que suelo somatizar y no me permito reconocer y abrazar.
¿Me conecta con qué de mi realidad?
Nos exigimos ser esa mejor versión para todos, cuando no hemos podido darnos ni 5 minutos al día para mirarnos al espejo. Está bien querer ser la mejor madre y maestra en casa, la mejor hija, esposa, hermana, amiga… pero te recuerdo, que ya así como eres, así eres perfecta para quienes les tocaste…
No te necesitan a ti mejor, te necesitan a ti… FELIZ.
Te necesitan a ti más descansada, más apapachada, más conectada contigo.
Marilu Henner, afirma que al estar en control de tu vida y tener expectativas realistas sobre los retos del día a día son las claves para el manejo del estrés, que es quizás el ingrediente más importante para vivir una vida feliz, saludable y gratificante.
Atravesar esta pandemia requiere de un esfuerzo extra por parte de todos. Hemos de anclarnos en los recursos emocionales que tenemos y de enfocarnos en nuestros propósitos de manera realista.
Todo se ha parado… ¿Qué y quiénes son tus prioridades?
¿Qué sí te hace feliz y haz dejado guardado en el olvido?
Estamos en supervivencia, ¿Cuáles son los propósitos reales que has encontrado este tiempo? ¿Para qué y para quiénes vives?
¿A quién deseas soltar y a qué deseas dedicarle más tiempo?
Escribe por lo mínimo cinco lecciones que te ha dejado esta pandemia, cuáles son los propósitos que arraigas para tu vida; 3 expectativas realistas para exigirte y 3 acciones concretas para darte a ti. Recuerda que si no llenas tu tanque emocional, no podrás darlo tampoco a tu alrededor.
Bien decía Horacio, la adversidad tiene el don de despertar talentos que en la prosperidad hubieran permanecido dormidos. ¿Qué se me ha despertado? ¿Qué inquietud nueva me ha surgido y deseo hacer? ¿Me he dado permiso de preguntarme qué quiero hacer a partir de ahora? Con qué me conecta esta pandemia, qué emociones surgen y con que me hacen eco. A qué tengo qué mirar y en qué aspectos me desconecto.
Recuerda que era parte del plan de Dios para nuestras vidas que viviéramos esta experiencia, así que no la hemos vivido solos. Era parte de un plan que yo me detuviera y se detuvieran los míos, que creciéramos, valoráramos, agradeciéramos, trascendiéramos en el aprender de forma distinta y en el soltar. Ojalá hoy podamos decir como Albert Camus, “En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible.” Que esta nueva mirada generada por esta pandemia, resalte y resplandezca esas perspectivas que nos llenan de fuerza y nos empujan a salir adelante renovados como el ave fénix.