Hay quienes nacen en una cuna de oro, con una familia amorosa que nutre la formación desde la primera infancia.
Sus padres se esfuerzan por brindar la mejor educación, los colegios más exclusivos, numerosas posibilidades para crecer y desarrollarse.
Nacer en una familia con holgura económica o, mejor aún, con tintes aristocráticos tiene enormes ventajas tanto por la seguridad financiera, como por la abundancia de contactos de todo tipo y la escasez de dificultades.
Incluso, cuando se presentan los problemas, lo más probable es que haya una red de apoyo y una pluralidad de opciones para solucionar la situación.
Este es el caso de unos cuantos. Sin embargo, hay quienes nacen en cunas más modestas, de madera, apenas un cajoncito con un cobertor.
La cartera apretada pone estrés sobre la familia, reduce el tiempo de convivencia, limita las oportunidades de esparcimiento.
Se provee educación, la que se pueda; comida, la que alcance; ropa heredada de los hermanos mayores y primos, o comprada en oferta.
Cuando uno nace en una familia con precariedades económicas el ambiente plantea muchas restricciones.
Sin embargo, hay un elemento clave que hace toda la diferencia y es la manera en como se experimenta la riqueza o la pobreza.
En muchos casos, la riqueza dota a la persona de un capital económico pero pocas ocasiones para desarrollar la resiliencia.
No hay necesidad de hacerse fuerte, de experimentar el fracaso, de caerse y aprender a levantarse. Y si algo sabemos del dinero es que no dura para siempre…
Quienes han nacido en una cuna de oro aunque hayan recibido la mejor educación académica, no siempre están preparados para conservar sus fortunas y, menos, para hacerlas crecer.
Lo anterior se da porque “como no les ha costado trabajo” algunos no saben valorar lo que tienen.
Por el contrario, quienes nacen en la pobreza y tienen hambre de éxito, aprenden a sacar de sí mismos amplios recursos emocionales como fuerza, audacia, coraje, resiliencia, para enfrentar numerosos obstáculos que anticipan.
El mensaje es que no importa la cuna ya que esta es solo el inicio, pero de ahí en adelante hay muchos factores que pueden influenciar el camino al éxito.
La principal es la propia personalidad, la convicción, la disciplina, la perseverancia para trazarse un objetivo y cumplirlo.
Al final, el éxito está dentro de cada quien, en la capacidad de transitar de cierto estado económico, laboral, familiar y social a uno que provea un mayor nivel de bienestar y felicidad.
El resultado final está en ti.
Twitter: @claravillarreal
LA AUTORA
Es reconocida por su desarrollo profesional en el área de la consultoría en imagen personal; eficaz para hombres y mujeres.
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