Honor y agradecimiento
Quien comprende esta lección disfrutará la vida de una forma más ligera. No hay manual para ser padres, pero estoy convencida que la gran mayoría hace las cosas lo mejor que puede. Los padres toman las decisiones que toman de acuerdo al contexto, a sus emociones, y hasta la época y las creencias de entonces.
Los padres castigan, nos pueden hacer sentir que somos los más miserables del mundo entero. Se equivocan, pero así está bien.
Algunos están ausentes; otros exigen, exigen bastante y sin justificación. Se equivocan, pero así está bien.
Porque ser padres no brinda ninguna protección especial anti errores, no los vuelve perfectos de ninguna manera. Los padres son tan humanos como nosotros mismos. Sienten cansancio, se aburren, tienen preferencias, envidias, celos y amor. Y así pueden sentir eso mismo con sus hijos. Los hijos también cansan o aburren, pero en el fondo siempre hay amor. Existe un lazo espiritual que los lleva a brindarles afecto y protección, hasta que ellos mismos se vuelvan mayores y, con algo de suerte, también se conviertan en padres. Tú te vas a convertir en padre.
El respeto y la admiración que podamos sentir hacia nuestros padres se proyecta en nuestra seguridad. Nos da un rumbo para orientar nuestros esfuerzos, mantener una buena reputación y lograr que nuestra vida rinda frutos.
Puede ser muy difícil aceptar sus errores, sus intenciones o sus frustraciones. Pero la cosa es que juzgar es bien fácil porque te victimizas y te deslindas de la responsabilidad de tomar las riendas de tu vida. Pero cuando agradecemos, sin importar la historia, nos hacemos responsables de nosotros mismos. Y frente a nuestros padres tenemos mucho que agradecer.
“Honrarás a tu padre y tu madre” nos habla de asumir nuestra responsabilidad como adultos. Hacer a un lado los resentimientos de la infancia, las rebeldías de la adolescencia y los reclamos nacidos de las rivalidades entre hermanos. Porque, por encima de todo, nuestros padres, así hayan sido los peores, nos dieron la vida. Gracias a ellos tenemos la oportunidad de que tú y yo estemos aquí y ahora, de ser quienes somos, de reconciliarnos con nuestra propia historia y de descubrir nuestro amor propio.
Ellos son mayores. Al mirar hacia atrás, solo nos queda decir: “gracias por haber llegado antes de mí”. Y así, nos hacemos responsables de nuestros sentimientos, pensamientos y acciones. Al final el éxito de nuestra imagen es un reflejo de qué tanto avanzamos en ese camino de ser víctimas a ser responsables. Porque con el paso de los años, sin importar el trabajo que hagamos con nuestros hijos, un día tú y yo nos vamos a convertir en padres… Un día tú y yo nos vamos a equivocar, pero así está bien.