Para muy pocos el 2020 fue fácil; a muchos nos puso en modo sobrevivencia. Así que, en este enero, no estoy para exigencias de ningún tipo. Bastante tuvimos el año pasado, tanto en lo personal como en lo colectivo, como para demandarnos más. Resulta que no tengo ánimo para hacer ningún tipo de detox, de renovar propósitos, plantearme metas, logros, reinventarme o lograr la anhelada iluminación.
Siento que las frases motivadoras que encontramos en muchos sitios, páginas, revistas, redes y medios con dichas invitaciones esconden de alguna manera la palabra “debes”. A lo que se suma el hecho de que, año con año, hacemos y no cumplimos los mismos propósitos, lo que de manera soterrada nos imprime un ligero malestar.
Confieso que en los más de 20 años que tengo de escribir esta columna yo misma promoví dichas frases, porque en su momento me sonaban bien, ahora no.
Me pregunto: ¿serán acaso los propósitos un tema de ego, de buscar ser quien no somos o de considerar que si nos convertimos en otras personas al fin nos aceptaremos? Contemos con que al ego le gusta la competencia, ser más, conseguir y lograr más, por lo que una parte nuestra se deja encantar por este tipo de invitaciones. Por qué no dejar al ego a un lado y ser honestos; atender la voz sin voz que surge de más adentro y que apenas se escucha, para darnos cuenta de que su invitación en este comienzo de año es diferente.
Lo que el cuerpo, el alma y la mente piden a gritos en este nuevo ciclo de vida es gentileza. Gentileza para dejar ir y volver a empezar una y mil veces, sin juicios, sin culpa, ¡está bien!, en eso consiste la práctica; para soltar ese “deber ser” no siempre cumplido y abrazar la vida tal y como se presenta.
Gentileza con los demás y con uno mismo, en todo momento, sin excepción, incluido el planeta. ¿No es acaso el mejor regalo que podemos dar y darnos? Eso es lo que necesitamos. Quizás esta afirmación no es más que una proyección personal, puede ser, mas lo dudo. Lo que es seguro es que sobrevivir no es vivir. Ya habrá tiempo para retomar bríos, enero no necesariamente marca cuándo, como tampoco lo hace la presión social.
Gentileza para sentarnos a respirar, a reverenciar la vida en todas sus formas, a escuchar el viento, ser más radicales en la congruencia, más humildes, a estar más en contacto con la naturaleza, a amarnos más. Para abrir el corazón a quienes somos ahora y no a quienes quisiéramos ser. Decirle no a forzar al cuerpo con el trabajo y la comida perfecta en la lucha por transformarnos en una especie de santos y permitir ser a quien está en nosotros y que es lo único que en verdad somos aquí y ahora.
Gentileza para intentar ser mejores personas y fallar una y otra vez; así como para vivir los gozos y enfrentar los retos que este año nos dará. Tratemos simplemente de ser amables, considerados, comprensivos, empáticos con todos y en cualquier circunstancia.
No buscar la perfección a cualquier costo, sino procurar movernos con cada pequeño acto cotidiano para hacer el bien dentro, fuera y a nuestro alrededor. Para eso, lo dicho, lo que necesitamos cada día de este nuevo 2021 es: gentileza.
Te deseo, querido lector, que tengas un año en el que hagas lo que tu alma y no tu mente desea. Eso es ser gentil contigo mismo. Un abrazo.