Todo es cuestión de entrar a nuestra red social favorita para encontrarnos con estampas en las que todos nuestros contactos muestran una vida social intensa: stories de viajes espectaculares, fiestas inigualables, moda y una vida perfecta. Tal parece que todos tienen mucho qué hacer, muchas personas a las cuales atender y, en fin, un montón de invitaciones a fiestas y viajes similares. Es cierto que las relaciones nos nutren, cuando son sanas, pero también es cierto que el exceso de ellas nos aleja de la soledad, misma que puede abrir un espacio inmejorable para nuestro crecimiento personal.
La soledad tiene sus ventajas. En un mundo de ruido, nos da silencio. Entre prisas, nos ofrece una pausa. Ante la ansiedad, propone serenidad. Y en medio del cansancio, nos calma con paz. La soledad a veces es representada como una anciana triste y gris, pero, por el contrario, es una joven que reposa sobre un pasto con flores. Sé que con el simple hecho de proponerte buscar un espacio para ti solamente puede llegar a parecer una locura, pero la realidad es que la soledad nos acerca a nosotros mismos, ya sea para que nos sintamos plenos o insatisfechos con nuestra vida, en soledad se encuentra nuestra realidad de donde no podemos escapar. Quizá por eso la idea parezca agobiante.
Quedar frente a frente con las grandes preguntas que tenemos en la cabeza (pero que por andar ocupados barremos debajo del tapete) puede dar mucho miedo. Temas como: ¿Estoy preparado para una emergencia económica? ¿Cómo está mi salud? ¿Cómo me siento frente a la vejez? ¿Quiero quedarme en esta relación de pareja? ¿Cómo me siento frente a mis pérdidas? ¿Cómo me siento con mis éxitos? ¿Quiero tener o no tener más hijos? ¿Cómo están mis relaciones familiares? ¿Mi trabajo me da satisfacción? ¿Me siento feliz? ¿Qué quiero hacer con mi vida?
Estar con nosotros mismos implica reconocer las verdades que muchas veces preferimos evitar. Sin embargo, con un poco de valor y un diálogo interior honesto, la soledad nos ofrece el mejor espacio para encontrarnos con nosotros mismos y crecer a pasos agigantados.
A solas podemos encontrarnos con nuestros más profundos temores… y vencerlos. Podemos ganar confianza. A solas, podemos ordenar nuestras ideas. A solas, nos reconciliamos con nuestro pasado y visualizamos el futuro. Pero lo más importante es que a solas experimentamos la consciencia del momento presente. Del aquí y el ahora.
El tiempo en soledad no hace daño, al contrario, hay que procurarlo por los beneficios que nos aporta. De hecho es la cura para las heridas.
Una vez que se calla el ruido del exterior, por fin podemos escuchar nuestra voz interior. El éxito es cuando encontramos el balance perfecto entre lo exterior y lo interior. Y para encontrar ese balance hay que empezar por dentro.
El silencio y la calma son parte de la naturaleza y la naturaleza nunca se equivoca.
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