El verano siempre se relaciona con viajes, con inicios y cierres de capítulos. Fechas y plazos que llegan para por fin cumplir un sueño o dar por terminada una etapa. Planes que se concretan, aventuras que comienzan, destinos que esperan.
Los aeropuertos se convierten en una dimensión en donde millones de historias se entrelazan entre sí; un puente que conecta infinidad de culturas, personas, vidas, situaciones.
Las salas de espera son un espacio para sentir, imaginar, salir o regresar de la realidad. Observar es tan placentero: gente que viene y va, con prisa, con calma, con equipaje pesado o ligero.
Dicen que es en los aeropuertos donde se dan los abrazos más sinceros; allí también se expresa la felicidad de reencontrarse con las personas que tanto se echaron de menos y con aquellos a quienes no quieres dejar ir.
Lágrimas, risas, besos, promesas, todo pasa en esos pasillos, en ese tiempo que muchas veces parece una eternidad; en otras tantas ocasiones, el reloj avanza con rapidez.
El aeropuerto tiene algo que nos hace sentir diferentes. Sabemos bien que, subiéndonos al avión, algo va a cambiar. Nadie es el mismo después de un viaje, siempre hay un aprendizaje, una anécdota, una aventura que se suma a nuestra historia de vida.
Tomar fotos, comprar algún souvenir, disfrutar de un café, leer un libro, recorrer las tiendas, tomar una siesta, escuchar música, escribir, cualquier actividad puede ser placentera cuando se está esperando…
En lo personal, me gusta imaginar historias, tratar de adivinar hacia dónde van, si es un viaje de placer o de trabajo, quiénes son sus acompañantes y en qué estarán pensando. El silencio muchas veces se hace presente, todos concentrados en sus dispositivos electrónicos, en sí mismos y en su pequeño mundo.
¿Qué habría sido de mi vida si hubiera elegido ser sobrecargo o piloto? Es una de las preguntas que también han pasado por mi mente. De niña, una opción para mí era dedicarme a viajar, pues mi tía trabajó en eso por mucho tiempo, y verla con su uniforme, de un lado a otro y hospedándose en los mejores hoteles se me hacía grandioso.
¿Qué se sentirá que tu oficina sea un avión y tu lugar de trabajo sea infinito? De seguro tiene sus pros y sus contras, pero el ver cómo caminan, como si el aeropuerto fuera su casa, transmite mucha seguridad y felicidad, realmente están orgullosos de cumplir sus sueños.
De acuerdo con el Consejo Internacional de Aeropuertos, existen 17,678 aeropuertos comerciales en el mundo. Estoy segura de que en ellos se han tomado las mejores decisiones, se han dado los mejores besos, se han dicho las más bonitas palabras y se han escrito las mejores historias.
Creo que el estar parados en un aeropuerto puede ser algo que nos cambia la vida para siempre. Nunca sabemos qué nos depara el destino y ni con quien nos cruzaremos.
Buen viaje, bon voyage.