Con motivo del Día Internacional de la Mujer, hacemos un repaso de las 10 figuras e iconos que han cambiado la manera de ver, entender y hacer la moda
Fue una de las reinas más odiadas de Francia, debido a su fama de despilfarradora y presumida. Poco después de su coronación, en 1774, conoció a Rose Bertin, quien se convirtió en su diseñadora personal. Juntas idearon extravagantes atuendos —comparables con la alta costura moderna— hechos con telas suntuosas como terciopelo, brocado y seda y detalles como bordados de hilos dorados, perlas, plumas, diamantes y encajes de chantilly. María Antonieta desafió los códigos de la época mediante escotes pronunciados y voluminosas faldas ajustadas a la cintura. El corsé siempre estuvo presente en sus trajes, pues gracias a este conseguía la silueta de cintura de avispa. La reina apostaba por tocados estrafalarios, zapatos de ocho centímetros y una gran variedad de joyas.
Durante los años veinte, Gabrielle ‘Coco’ Chanel impuso una nueva manera de ver la moda femenina. Sus creaciones apostaban por la sencillez y la practicidad, y reforzaban la idea de libertad. La diseñadora brindó alternativas a los rígidos vestidos de la época, como pantalones, faldas ligeras, jerseys de punto y camisas de botón. Creó piezas, como el traje sastre de tweed, que permitían moverse con facilidad y que, al mismo tiempo, resultaban elegantes. En 1926, introdujo el ‘little black dress’, que se mantiene vigente en nuestros días y es un símbolo de glamour e independencia. ‘Coco’ desafió las reglas sociales de la época por elaborar su propio vestuario y por llevar el cabello al estilo ‘garçon’: “Una mujer que se corta el pelo está a punto de cambiar su vida”.
Es el icono por excelencia de la elegancia natural. Audrey no necesitaba de extravagantes diseños u ostentosas joyas para brillar dentro y fuera de la pantalla. Su ‘beauty look’ (flequillo corto y cejas pobladas) ha sido imitado durante años por miles de mujeres. La actriz de origen belga se convirtió en un icono de estilo a partir de su asociación con Hubert de Givenchy, quien la vistió por primera vez para la película Sabrina, en 1954. Su look más recordado —e imitado— es el de la película Breakfast at Tiffany’s, integrado por un ‘little black dress’, guantes y gafas negras, un collar de perlas y una tiara. A pesar de ser considerada un referente de estilo, Audrey siempre creyó que “la belleza de una mujer no está en la ropa que usa, la figura que tiene o la forma en que peina su cabello”.
Antes de Anna Wintour y el famoso personaje de “Miranda Priestly”, estuvo Diana Vreeland. La francesa, de carácter enérgico, impulsó el papel de la editora de moda como lo conocemos hoy y dejó atrás la figura de una chica de sociedad que daba consejos de estilo a otras chicas de sociedad. Todo comenzó en 1936, cuando aceptó escribir una columna para Harper’s Bazaar. Poco a poco, se involucró en las sesiones de moda de la revista, las cuales se distinguían por su osadía y elegancia. Tras 26 años en esta publicación, Vreeland renunció y, al poco tiempo, se integró a Vogue. La editora era famosa por celebrar la belleza diferente: ya fuera la nariz de Barbra Streisand o la menuda silueta de Twiggy. También descubrió grandes talentos como Manolo Blahnik y Richard Avedon.
A esta británica se le atribuye la creación de la minifalda (aunque siempre se ha disputado el honor con André Courrèges), una prenda que cambió por completo la forma de vestir de las mujeres. Durante los años sesenta, esta pieza se convirtió en un símbolo de liberación para las jóvenes, así como en un elemento infaltable en los guardarropas informales. “La minifalda no nació de una manera concienzuda: fue una explosión, una necesidad”, declaró alguna vez la diseñadora. Más que una connotación sexual, esta prenda expresaba empoderamiento.
El boom digital trajo consigo una nueva manera de consumir la moda. De la mano de bloggers, instagramers o influencers, hoy se conocen las tendencias y últimos productos de las marcas. Una de las pioneras y que mayor impacto ha causado a nivel mundial es Alexa Chung. La británica es un referente de estilo para la generación millennial, debido a que combina con éxito prendas de lujo con piezas de bajo costo. Su look fusiona la elegancia con la naturalidad, además de que se mezclan elementos de aire preppy, hipster y british.
Además de la “Reina del Pop”, a Madonna podría considerársele la diosa de la reinvención. Virgen, geisha, torera, militar, ‘material girl’, reina disco o chica country: cada disco representa un cambio de imagen para la cantante. En los años ochenta, generó controversia con sus vestidos de cuerpo lencero y falda de tul, acompañados de crucifijos, collares en capas y guantes largos de encaje. En 1990, adoptó la imagen de ‘femme fatale’, a través de un corsé con dos conos puntiagudos en el busto, obra de Jean Paul Gaultier.
La norteamericana redefinió la imagen de las primeras damas mientras estuvo casada con John F. Kennedy. Jackie cautivó con su sofisticado estilo al pueblo estadounidense desde que su esposo asumiera la presidencia de Estados Unidos: aquel día eligió un abrigo en línea A de Oleg Casini y un sombrero de Halston. En su guardarropa, se volvieron clave los trajes sastre de falda, los vestidos sin mangas de cintura ajustada y los abrigos a la rodilla de corte recto. En cuanto a los accesorios, popularizó los sombreros de tipo pillbox, las gafas de sol oversize, los collares de perlas y los guantes blancos. Tras la muerte de Kennedy, adoptó la manera de vestir a la jet-set. Su estilo continúa inspirando a creadores como Jeremy Scott, quien le rinde homenaje esta temporada con su colección para Moschino.
Durante sus primeros años como princesa, usaba vestidos que no enmarcaban su cuerpo y con largos debajo de la rodilla. Su acercamiento con la diseñadora Catherine Walker, en 1984, supuso un nuevo capítulo en su guardarropa: sus faldas se acortaron, sus trajes se ajustaron ligeramente al cuerpo y los escotes salieron a relucir. La noche en que el príncipe Carlos reveló su amor por Camilla Parker, Lady Di acudió a una fiesta de la revista Vanity Fair con un diseño corto de seda negra y escote palabra de honor, al cual se le bautizó como “el vestido de la venganza”. La británica se liberó entonces del protocolo y se deshizo del guardarropa de princesa. “Diana fue el más poderoso de los iconos de la moda y el estilo de su tiempo”, declaró sobre ella Giorgio Armani.