NADIE SOMOS SUPERMAN,SIENTES QUE TODO LO PUEDES

NADIE SOMOS SUPERMAN

NADIE SOMOS SUPERMAN

Te juro que a veces uno pierde la noción del tiempo. Te enrolas en un ritmo de vida que sin darte cuenta crees que es natural o por evolución así nos toca. Sientes que lo puedes todo y que trabajar sábados y domingos a veces es necesario.

Hoy desde una cama de hospital te digo lo contrario. Estoy convencido que cuando me empieces a leer en este suplemento, ya estaré librado de este problema físico, sencillo, si así lo quieres ver, pero que me impidió caminar. De veras que uno no dimensiona. Fui invitado a San Luis Potosí a la universidad Vasco de Quiroga a dar una conferencia acerca de la rehabilitación física, y explicar cómo utilizo mis equipos en el consultorio para diferentes problemas.

Tuvimos una muy mala noche en casa un día antes de viajar, ya que mi hijo estuvo muy incómodo y pues no dormimos a gusto. Me levanté súper temprano ya que metí pacientes a horas no adecuadas de la mañana para poder completar mi tiempo de trabajo y obvio ayudar a la mayor cantidad de personas posibles. Trabajé de 8 de la mañana a 2 de la tarde ininterrumpido, cargo todos los equipos en una maleta, corro a recoger a mi hijo a la escuela y llegamos a casa a comer. A las 4:30 de la tarde, después de despedirme de mi familia, me subo al automóvil y emprendo el viaje rumbo a San Luis.

El viaje fue divino. Llego a mi destino a las 10 de la noche. Todavía llegué a presentarme con los organizadores de esta serie de conferencias y me dirijo al hotel que con mucho amor me reservaron.

Al momento de llegar, y ver que era un hotel muy sencillo, muy pequeño, con una colchoneta en vez de colchón, sin mosquiteros en las ventanas y con un baño que no cabía si cerraba la puerta. No sabes las sensaciones que viví dentro de mí los primeros minutos y preguntarme realmente en dónde estaba Después, tomó el teléfono y le llamo a mi esposa y llorando le digo, no sabes la hermosa lección que me acaba de dar Diosito. En mi vida me vuelvo a quejar si mi casa tiene goteras o está regada por cosas que no están en su lugar o porque el pasto se secó porque no lo pude regar o porqué hay humedad. No tienes idea de lo bendito y agradecido que estoy con la vida que tengo. La conferencia fue un éxito.

Todavía me extralimité ofreciendo un entrenamiento adicional sin que ellos me lo pidieran, para poder enseñarles la mayor cantidad de cosas que sé y hacerlos unos mejores terapeutas en el futuro.

Ese día no comí y la cena fue muy frugal. Me fui a “descansar”, y obviamente al siguiente día estaba fumigado. Ese sábado a mediodía me regreso manejando Saltillo desayuné muy poco y no comí nada en la carretera. Llego a casa gracias a Dios y según yo dormí como bebé. El domingo despierto y transcurrió sin novedad. Fuimos al cine y al levantarme de la butaca, un dolor muy fuerte en la espalda me atacó derrepente. El lunes en la mañana voy al quiropráctico, supuse que con eso me iba a arreglar y pues no.

Fui a una cita importante Y con toda la parsimonia del mundo atendí a mi amiga en consulta. Ella noto algo extraño, “¿Pues qué te pasa?” me dijo. “Me siento de la fregada”. Terminamos la cita, fue mi esposa por mí, pasamos por Antonio, comimos y dormí y ya no pude levantarme de la cama al despertar. El dolor de la espalda era tan fuerte, la pierna derecha no me respondió y estuve apunto de caer al suelo. Me acuesto de nuevo muy preocupado por mi paciente de las 4 de la tarde. Son las 3:50 Y ella qué culpa tiene (maldito síndrome de Superman).

Lo juro, lo intente 3 veces pero no llegué a la puerta de la casa porque no podía caminar. Cancelé mis citas, y a las 7 de la tarde con un dolor insoportable venimos a dar al hospital. La sala de urgencias estaba llena y me dejaron en silla de ruedas. En ese momento una amiga muy querida entra y me ve me pregunta qué me pasa y luego le pregunto yo qué estás haciendo aquí. “Mi hijo de 20 años tuvo un accidente de motocicleta y está en cuidados intensivos con los pulmones colapsados”. Empecé a maldecir por dentro diciendo ¡realmente no tengo nada! Y comencé a llorar. gracias a Dios me pasaron a urgencias a las 8:15 de la noche para controlar el dolor, vino al traumatólogo, y después de la amenaza de “te tienes que quedar”, así transcurrió mi tiempo hasta la 1:30 de la mañana que me pasaron a cuarto. En ese buen rato fue cuando caí en la cuenta qué no puedo ayudar sin ayudarme, que si realmente quiero vivir 200 años (yo, no sé tú) hoy es el momento de evaluar y cambiar mis hábitos. Pensar en mí. Cada hora que vivo con cada paciente en el consultorio, es una preocupación latente y constante de que hoy sea, a través de la terapia, un mejor día que ayer. Quiero quitarles de tajo su dolor o mortificación y que puedan salir sonriendo y descansando y pensando. Y estoy seguro que todo esto que estoy viviendo en estos días es la mejor forma de vivir en empatía con el mundo a mi alrededor. y te juro que quiero mucho a las personas que me buscan pidiendo ayuda, pero de hoy en adelante: Me quiero más yo.

Instagram @guillermobarquet 

EL AUTOR

Dr. Guillermo Barquet, Coach en manejo de stress y especialista en rehabilitación física acelerada. Conferencista internacional y educador en diferentes herramientas terapéuticas.

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