Déjame contarte acerca de Guillermo: un niño que desde el día uno ha estado pelando. Los doctores le dijeron a sus padres que su vida acabaría pronto, incluso antes de tan siquiera empezar. La esperanza los mantuvo en vela y, al nacer, su sonrisa les dio vida. Los doctores dijeron que no caminaría… y ahora camina. Dijeron que no hablaría… y ahora grita. Supongo que podemos decir que Guillermo es un milagro que camina y respira.
Déjame contarte acerca de Verónica: en un concierto de su cantante favorito llevó un cartel que decía «ni el cáncer me impidió venir a tu show». Y todos pensaron que ya era su último respiro y que nunca volverían a verla. Pero al año siguiente, en el mismo concierto y en el mismo lugar, apareció la misma sonrisa de Verónica pero con un título distinto en el cartelón: «sobreviviente quiere cantar contigo». Supongo que podemos decir que Verónica es un milagro que camina y respira.
Déjame contarte acerca de varios ejemplos más: ese luchador que lleva seis meses limpio de su adicción; de ese matrimonio que parecía acabado y empieza a salir a flote; de ese joven que, en medio de sus dudas, decide darle a Dios una oportunidad y empieza a creer; de esas lágrimas que parecen no tener un sentido y que encuentran un abrazo de consuelo; de ese desempleado que, en un callejón sin salida en su vida, una mano le ofrece una solución. Tantos, tantos, tantos milagros…
Y están ahí a nuestro alcance, los vemos en cualquier lugar al que vamos. Son una prueba de que no debemos tirar nunca la toalla y nos ayudan a creer que tenemos un Dios que es especialista en convertir los imposibles en milagros que caminan y respiran.
Déjame contarte acerca de ti: sí, de ti. ¿Sabes que eres increíble? Uno en un millón de obras maestras en construcción. Y sí, tienes muchos defectos y puedes pensar: «esto no es para mí». Pero cada uno de tus pasos, cada segundo que respiras te está gritando al corazón: «¡Hey! ¡Tú eres un milagro que camina y respira».
Y déjame contarte acerca de la Navidad. Porque todo lo arriba escrito es posible gracias a ese Dios que no se ha alejado de nosotros, sino que ha bajado a compartir cada uno de nuestros momentos: los buenos y los difíciles, los alegres y los tristes. Un Dios tan grande que se hace pequeño. Y eso que parecía imposible, resultó posible: Dios hecho Bebé, que podemos abrazar y querer. Un Dios con el que me puedo identificar. Un Dios que camina conmigo y respira conmigo.
Así que, ¡muy feliz Navidad, mis queridos lectores! ¡Muy feliz momento de convertir lo imposible en posible! Que ese Dios Niño nos dé esperanza y nos dibuje una sonrisa en el rostro y el corazón; que, en definitiva, regale paz auténtica y duradera a nuestras familias. ¡Muy feliz época de esos milagros que caminan y respiran!