Su afán de búsqueda, lo llevó a dejar Saltillo; el mudarse a San Antonio, Texas, le ayudó a salir de su zona de confort.
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Oscar Sala Núñez se mudó a San Antonio hace casi 20 años; nació y creció en Saltillo, se graduó de Administración de Empresas en la Universidad Autónoma del Noreste; en San Antonio obtuvo su MBA y después realizó una especialidad en Negociación y Resolución de Conflictos en la Universidad de Harvard.
A lo largo de su carrera, ha sido docente, colaborador en libros y asesor internacional del Gobierno del Estado de Coahuila. En 2001, creó y estableció una oficina de representación en Barcelona, España y San Antonio, Texas, Estados Unidos.
Actualmente es consultor e investigador en teorías de pensamiento sistémico aplicado. “Todo es un gran sistema formado por sistemas más pequeños interconectados; lo que yo hago es que encuentro fallas o vulnerabilidades en los sistemas, ya sean personales o de empresas, y trabajamos en estos. Todo depende del propósito, sin propósito no hay rumbo”, explicó.
Salió de la ciudad dos veces, la primera en 1994, al lado de su esposa, para continuar con sus estudios en Estados Unidos. Volvieron a Saltillo en 1996 y en 2001 se mudaron permanentemente a San Antonio.
El choque cultural más grande es la burocracia americana, es asfixiante. En Estados Unidos, los trabajadores requieren de certificados para ejercer cualquier oficio, desde un electricista, jardinero o un maestro de primaria; pero para Oscar Sala los títulos y diplomas no son lo más importante, lo que vale es el conocimiento y eso no te lo da un papel, sino la experiencia. “Sacar certificaciones sin propósito va en contra de mi filosofía”, expresó.
No obstante, las satisfacciones son más. Por ejemplo, toda la familia ha tenido acceso a una mayor oportunidad de desarrollo. Sus hijas hablan español, inglés, francés, saben leer música y han tenido la oportunidad de estar inmersas en situaciones multiculturales, pues conviven con gente de diferentes culturas y costumbres. Eso abre la mente.
Por ello, Oscar Sala considera que, de haber permanecido en Saltillo, no hubiera tenido las mismas oportunidades para desarrollarse tanto profesional como personalmente. “Había cierta comodidad en Saltillo, esa comodidad que hace que te distraigas y te impide crecer. En el momento en que te sales de esa zona de confort es cuando creces o creces”, apuntó.
Este año 2020 ha sido toda una experiencia. Cuando empezaron las noticias sobre cómo el coronavirus iba avanzando en Europa y Asia y las escuelas en esos países estaban cerrando, dos de sus hijas se encontraban fuera de Texas: una en Boston, en su último año de universidad, y otra en Francia, terminando su preparatoria.
Durante las vacaciones de primavera, había planeado un viaje sorpresa a Francia para visitar a su hija, el cual se convirtió en un viaje de rescate, pues el presidente Donald Trump decidió cerrar las fronteras de Estados Unidos y suspender los vuelos de Europa a ese país, por lo cual tuvieron que regresar en menos de 72 horas. Fue toda una aventura empacar la mudanza y encontrar pasaje de tren y avión en los mismos vuelos.
Desde entonces permanece toda la familia en casa siguiendo las reglas de la ciudad para la prevención del virus; sin embargo, a mediados de junio, se sintió enfermo: solo tenía tos con flemas, por eso no pensó que fuera COVID-19. Acudió a hacerse una prueba el día 21, el Día del Padre; como los resultados no estaban listos, el día 29 toda la familia acudió a una clínica para hacerse la prueba.
“Mi hija Andrea y yo nos enfermamos. Salimos positivos. A mí solo me dio tos con flemas, nada de fiebre. Mi hija tampoco tuvo fiebre. No tuvimos ni una reacción, ni nada de eso que anuncian en los medios y tiene asustado a todo el mundo; excepto que ella no olía, sólo perdió el olfato”, contó. Dos semanas después ya estaban curados, pues las nuevas pruebas resultaron negativas.
En la actualidad, la ciudad se encuentra en proceso de reapertura: los negocios, teatros e incluso escuelas se preparan para volver a las actividades, siguiendo ciertos protocolos, medidas de seguridad sanitaria y con menor afluencia de personas.
Oscar y su familia esperan tener como residencia San Antonio por lo menos cinco años más. Cuando su hija menor se gradúe de High School y el objetivo de vivir allí se haya cumplido, Oscar y su esposa buscarán un lugar para retirarse. No descartan Saltillo, pero podría ser cualquier otro país del mundo, “con la condición de que se hable español”, bromeó.
Consejo para las nuevas generaciones
“A las nuevas generaciones les daría el consejo de que salieran, se cultivaran… que a donde fueran coman en los lugares de abolengo, no en donde comen los turistas. Que cuestionen y lean para que no sean manipulables. La mejor inversión que pueden hacer es invertir en uno mismo. El sistema te entrena para buscar un empleo y no para vernos como una empresa. Nosotros no nos vemos como una empresa nunca. Nosotros somos una empresa. Cada persona es una empresa. Entre más aprendes, más cualidades tienes tú para dar de intercambio por tu tiempo, lo que vendes es tu tiempo. Si eres bueno en lo que haces, tu tiempo vale más y la gente estará dispuesta a pagar a un mejor precio por tu tiempo”.
Oscar Sala Núñez
Estudios en Saltillo: La prepa la hice en el Colegio Zaragoza y me gradué de Administración de Empresas de la UANE.
Año en que te fuiste de la ciudad: 1994 y 2001
Lugar donde vives actualmente: San Antonio, Texas, Estados Unidos.
¿A qué te dedicas?
Soy consultor, entre otras cosas. Soy especialista en pensamiento sistémico. Yo veo todas las cosas como si fueran un sistema, personales hasta sociales. Toda estructura es un sistema y el sistema es mayor que la suma de sus partes.
¿Qué es lo que más extrañas de Saltillo?
La comida. Las montañas. Yo soy montañista. Subí el Pico Orizaba, y subí el Iztaccíhuatl y el Nevado de Toluca, y ahí la llevaba muy bien. Hasta que se hizo medio complicado viajar por lo del COVID-19. Extraño las montañas, extraño el campo.
Anécdota de Saltillo que ponga una sonrisa en tu cara: Son muchas, tengo muy buenas amistades en Saltillo. El año pasado, cuando estaba la serie mundial -a mí me gusta mucho el beisbol-, Carlos Lara y yo nos pusimos de acuerdo para ir a ver el juego por televisión al restaurante San Pedro; pues se empezó a correr la voz de que estaríamos allí y se hizo la fiesta. Vimos todo lo que quedaba de la Serie Mundial allí, con amigos que no veía en mucho tiempo. Me siento muy orgulloso de mis amigos saltillenses, en verdad.
¿Qué es lo que más añoras de comida de Saltillo?
Me gustan los chilaquiles de La Penumbra, los burritos de La Posta. Extraño San Antonio de las Alazanas, extraño las gorditas, el pan de elote. El arroz huérfano de La Canasta. El cabrito de El Principal. Los desayunos y la paella de Pedro Moeller, entre muchos lugares más.
¿Qué le agradeces a Saltillo?
Saltillo nos ha dado todo. Mis padres no nacieron en Saltillo, papá era del estado de Zacatecas y mamá de Ciudad Juárez, cuando se casaron se fueron a vivir a Saltillo y desde entonces la ciudad y su gente nos han acogido muy bien; son muchas bendiciones por las que estoy agradecido de Saltillo y los saltillenses.
Comida: La carne, la comida vietnamita, la italiana, la española, arroz, paellas; en realidad me gusta toda la comida, entre más picosa y condimentada mejor.
Bebida: Me gusta el vino tinto; de los licores, el destilado de pulque. Es un manjar y es benéfico para la salud.
Lugar favorito para comer: El restaurante Barn Door, es un lugar que tiene 67 años de estar abierto. Venden unos cortes riquísimos y tienen una milanesa de rib-eye buenísima.
Lugar turístico: el centro de la ciudad y la antigua cervecería Pearl. Está muy bonito, tiene muchos restaurantes chiquitos y comida variada, porque ahí está la escuela culinaria de San Antonio. También hay más de 40 campos de golf en la ciudad, para los que les gusta el golf.