Quien haya dicho que los amigos se cuentan con los dedos de una mano, es porque no conoció a Pepe, mi hermano.
Solo en su mano derecha tenía a los demás miembros de los Cuatro y Medio Fantásticos, quienes edificaron una amistad desde la escuela primaria y tienen en Arturo al amigo que, debido a su corta talla cuentan por la mitad, pero que al igual que Jorge, Armando y Chuy, vale por una vida entera llena de vivencias, experiencias y momentos importantes compartidos.
Luego, en su mano izquierda, Pepe fue agregando a través de su vida a más y más amigos de más y más perfiles: los crossistas, con quienes compartía la adrenalina de montar un caballo de hierro; los cazadores, con quienes seguía incansable un rastro de huellas, pelambres, heces o sangre para dar finalmente con algún elusivo venado; los pescadores, con quienes tiraba un anzuelo al agua desde la interrogante del marinero que nunca sabe si al recoger el sedal vendrá algo bueno o regresarán solos los aparejos; los jeeperos, con quienes recorría largas y difíciles distancias solo para, una y otra vez, terminar por rescatarse entre compañeros atascados en el lodo, con piezas de acero rotas entre las piedras, con llantas reventadas e incluso alguna vez, hasta sin gasolina.
Igualmente convivió mucho y muy bien con quienes lo acompañaban a su rancho a pizcar manzanas y en alguna época a marcar ganado, apuntalar postes o abrir una nueva senda entre el terreno. Con quienes fue alguna vez a una playa, a un concierto o a un partido de cualquier deporte; hizo también amigos frente a la obligada parrilla norteña repleta de embutidos, cortes de carne y eventualmente algún aburrido vegetal, así como en la bohemia acompañada de unos tragos de Bacardi blanco con tanta coca cola como agua mineral.
Desde los días que luchó dentro de los hospitales para recobrar una salud que ya no regresaría y después, durante los servicios de velación o sepelio, ceremonias religiosas y depósito de cenizas en su morada final, también aparecieron o enviaron mensajes muchas personas que tuvieron otro tipo de relación con Pepe como antiguos empleados, compañeros de trabajo y colegas, personas que desde el otro lado de la ventanilla tuvieron un trato que fue más allá del profesionalismo para convertirse en amistad. También, por supuesto, mis queridos primos y estimados tíos estuvieron ahí porque además de compartir un parentesco, Pepe los supo sumar como amigos.
De ahí que les diga yo a mis sobrinos Pepe y Diego, así como a mi madre que, así como es enorme, doloroso e imposible de llenar el hueco que Pepe deja en nuestras vidas, es también proporcional al tamaño de simpatías, amistades, lealtades y excelentes recuerdos que mi hermano ha dejado entre tanta gente. Y si bien es cierto que ese hueco jamás será ocupado por nada ni nadie, también es cierto que podemos encontrar entre tantas vivencias y experiencias de Pepe con otras personas, una forma de sobrellevar su ausencia, una forma de que siga viviendo entre nosotros.
Es por eso que gustosamente les tomo la palabra a los amigos, primos, compadres, cuñados, concuños y compañeros de mi hermano, para que nunca dejen de procurar a mi madre y a mis sobrinos, porque siempre agradeceremos lo que cada uno de ustedes haya dejado de sí mismo en Pepe, y porque mis hermanas y yo siempre nos sentiremos orgullosos de lo que Pepe haya dejado dentro de ustedes.
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