SAL Y SOTOL

Sal y sotol.

Hartos, hartos comentarios me han llegado y me siguen llegando diario con motivo de varias sagas aquí perfiladas en los diversos espacios de VANGUARDIA, como lo es hoy esta columna dominical, la cual no es mía, sino suya. Agradezco a mi equipo de guapas editoras (todas mejores que su servidor, en verdad) la generosidad del espacio y su bien cuidada edición cuando aparecen ya listas para usted. Gracias.

¿Por dónde empezar hoy? No lo sé. Todo tiene que ver con todo. Y nada del mundo, la civilización y la cultura nos es ajeno, aunque estemos separados en el tiempo y la distancia. De hecho, Albert Einstein, en su famosa “Teoría de la Relatividad” (no es una sola fórmula, es toda una teoría con múltiples aristas, la cual han retomado pensadores de la talla de Roger Nelson y George Steiner), habla de que el pasado, el presente y el futuro conviven hoy y aquí. Pero nuestra mente primitiva no puede verlo, digamos, todavía. Solo algunas mentes preclaras tienen semejante capacidad.

Insisto, ¿por dónde empezar hoy a abonar letras a este enorme puzle, donde usted ha pedido agregar nuevas palabras a todo? Voy: lectores me comentan que sí, el sotol tiene denominación de origen en cuatro estados: Chihuahua, Durango, Coahuila y Zacatecas. Es un territorio, vaya. Aquí en el vecindario he probado un sotol bueno, el que ya produce la empresaria Fernanda Arrillaga. El chef internacional Juan Ramón Cárdenas está a punto de lanzar su propia marca y envasado, no puedo platicar más. ¿Hay otras marcas de sotol en la región? Aquí no lo sé, pero sí he probado buen sotol, esa bebida que duele como lija en el gaznate, en Chihuahua y Zacatecas.

Lo anterior viene a cuento por el texto pasado, donde hablé del sotol en los escritos de alta maravilla de Nellie Campobello, injustamente olvidada al día de hoy por todo mundo (y eso que las feministas, lo que eso signifique, deberían tenerla como diosa viva entre ellas). La Revolución mexicana va de la mano con el mezcal, el sotol y el aguardiente.

Avanzamos rápidamente: lectores me han pedido un estudio más dilatado sobre la dieta (el hambre, pues) de los Frank y los otros inquilinos, todo ello englobado en la Segunda Guerra Mundial, con ellos escondidos por dos años en un espacio claustrofóbico bautizado en su Diario por Ana Frank como el “Anexo”. Tengo muchas notas y, claro, lo escribiré puntillosamente. Pero no deja de ser inquietante que haya una línea de Ana Frank casi, casi idéntica a la de Nellie Campobello en uno de sus textos: los personajes (seres vivos, pues) se quejan, están enfermos por comer “carne sin sal”. Casi textual. Einstein tiene razón.

Final: es tan importante para vivir saludablemente el comer la sal, que hasta Jesucristo lo sabía y nos comparó gastronómicamente con ella: somos la sal de la tierra (Mateo 5:13). Mucho por explorar.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.