¿Cómo le sigue yendo con la maldita pandemia, señor lector? El infausto bacilo de ojos rasgados no se ha ido. Ni se va a ir. De hecho, si usted lee las últimas noticias, estadísticas y todo lo que rodea a esta peste bíblica, sabrá que el bacilo ha mutado de tal forma y virulencia que hoy estamos peor que nunca. En Estados Unidos hay un cambio y evolución del bicho llamado “doble mutante”. Imagine usted cómo está de fiero el muy ingrato. Y como somos vecinos, cualquier día ya estará en nuestro vecindario.
Incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) por estos días evalúa declarar como “de interés” la variante del virus que se manifiesta en nuestro país. Esto con base en su capacidad de transmisión, virulencia e impacto negativo. Ojo, entonces estamos peor que nunca. Por eso la sabiduría popular dice de nuestro color en el semáforo federal de Andrés Manuel López Obrador, que nunca ha funcionado: estamos en el país en color “sandía”. Es decir, “verdes” ante la opinión pública nacional y mundial, pero rojo intenso en el mundo real que usted y yo habitamos y padecemos.
Llegamos al punto de la cuestión: ¿notó usted como una comparación de tipo gastronómica ha suplido explicaciones técnicas sofisticadas que poco o nada dicen? Bastó un símil, estamos en color “sandía”, para que todo un país entendiese el engaño del gobierno federal de AMLO en materia tan delicada como lo es esta maldita pandemia. Y es que usted y yo lo hemos repasado una y otra vez en este espacio dominical: todo, absolutamente todo, lo podemos medir, tasar y entender en clave gastronómica. Lo mismo la Biblia, un gran poema como lo es “La Odisea” del divino Homero, grandes novelas como “Don Quijote de la Mancha”, o bien la obra cumbre y completa de Marcel Proust.
El libro tenía meses, si no es que años, en mi librero atestado de lecturas pendientes. Era nada menos que la novela “Las tres hermanas”, texto del saltillense José García Rodríguez (1872-1948). Libro inédito por lustros, que finalmente debe su luz de edición merced a la reimpresión de Armando Fuentes Aguirre cuando éste era Director del Ateneo Fuente en 1981. Una joya. El libro tenía lustros en mi librero de lecturas pendientes, lo repito. Pero con esta perversa peste bíblica, he clasificado y vuelto a clasificar los libros en sus respectivos anaqueles. Limpié la cubierta del libro y sus lomos y bordes, leí el prólogo de don Armando e inicié con la primera página de la novela… y en dos noches de insomnio, di cuenta del texto.
Me gustó mucho, la verdad. Es un retrato fresco y memorioso de Saltillo y la región norte. La metáfora abarca a toda la provincia mexicana a inicios del siglo XX. Es una estampa fiel y poética en los balbuceos del estallido de la Revolución Mexicana en contra de Porfirio Díaz. Y para los intereses de esta columna, ya en su segunda página uno de sus personajes principales, el Gobernador José Manuel Ruiz Gaitán, al desayunar en su “Casa Grande” lo hace con los siguientes alimentos: jarro de chocolate con su molinillo adentro para que le dé la “última batida”, bandeja con pan, leche…
¿La comida? Barbacoa, menudo, frijoles refritos, sopa de tortilla, pulque, huevos con chorizo, chicharrones, cerveza… ¡Caray! Esto es el norte y esto es Saltillo en materia gastrónoma. Aquí le transcribiré todos los alimentos y bebidas en siguiente par de columnas.