No se preocupe. Ocúpese
Dentro de las necesidades básicas del ser humano, según lap irámide de Maslow, se encuentra en el segundo nivel de la misma lo referente a la “seguridad”. Nosotros, aún con todo aquello que hemos creado y que nos acerca a ese sentimiento de “superioridad”, tenemos y necesitamos un lugar seguro, llámese hogar, religión, objeto, entre tantos otros que cada uno ha creado.
Sin embargo, cuando de personas hablamos, nos preocupa si quiera considerar el hecho de que alguien más piense que “nos tiene seguros”, ante lo cual levantamos invariablemente las barreras del orgullo, pues creemos que sólo así es cuando el otro “demuestra” esfuerzo, interés, cariño, apoyo e incondicionalidad al respecto. ¿Por qué hemos aceptado y fomentado tantas y tantas singularidades como ésta que sólo mortifican y complican a quien las pone en práctica, así como a su entorno inmediato?
Me parece ilógico que en la “inseguridad” prometemos encontrar la seguridad misma, obligando a alguien a realizar acciones que debiera realizar precisamente por la seguridad y la confianza depositada y no por la ausencia de ellas. Cuando una persona está dispuesta a hacer algo, lo hace por convicción, por ganas, por la misma seguridad que tiene hacia sí mismo y hacia su meta; sin embargo, nos han acostumbrado a pensar que en la complicación se encuentra el logro de la acción realizada, sobre todo con las personas. Y no estoy de acuerdo.
Quien de verdad te ama ni siquiera tiene que esforzarse por que lo sepas, pues le sale natural con sólo saber de tu existencia. ¿Quién dijo que nunca debes hacerle pensar al otro que “le estás dando todo en charola de oro y plata”? ¿No debiera ser eso el motor que le haga sentir las ganas de cuidarte, respetarte, amarte, dar lo máximo de sí y no al contrario? Más bien, ¿por qué actuar de la manera en la que actuamos cuando sabemos a alguien “nuestro”? ¿Por miedo a tener un amor verdadero? ¿Por miedo al compromiso? ¿Por miedo a que alguien te conozca por completo? ¿Por miedo a ser feliz? Al final y como siempre, a cada uno le sobran los motivos, todos igual de dispares que diversos, pues pretenden encontrar la seguridad en las inseguridades del otro, sin saber que, por eso mismo, los inseguros siempre serán ellos. Por supuesto que no estoy adjudicándome ninguna especie de razón o verdad con respecto a mi postura, pero me parece que las relaciones podrían maximizarse en belleza, calidad y ganas de amar si aprendiéramos a valorar en serio.
Ojalá usted que lee esto en este preciso momento sepa ver un poco más allá de estas líneas y considerar el planteamiento. Quizás no seré la mujer más vivida, sabia, con más experiencia, pero sí le aseguro una cosa: a las personas se les atesora, querido lector, más cuando de obsequiar sus sentimientos se trata. Llénese de quien le haga sentir seguro, de quien sepa que le tiene seguro, y de una vez por todas, déjese de complicaciones y comience a disfrutar.
LA AUTORA
Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.
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