La vida es como una taza de café, todo está en cómo la preparas y cómo la tomas.
Lo confieso, antes no me gustaba tomar café, y ahora que lo hago me doy cuenta que, aparte de todos los beneficios que tiene y de lo bueno que es para nuestro organismo, posee un poder oculto que se descubre con el paso de los años y también de los daños.
Desde que tengo memoria, veo cómo mi mamá disfruta de su taza de café. Para ella es un ritual sagrado tomarlo, pues lo hace con calma, se entretiene viendo el periódico, leyendo un libro y, en estos tiempos, revisando el celular.
El olor a café recién hecho y el sonido tan peculiar de la cafetera son parte de mi hogar; significa que ha empezado el día, que es hora de reunirnos para desayunar y que, en cualquier situación, el café nos puede acompañar de muchas formas.
Cuando era pequeña, muy frecuentemente íbamos a casa de alguna amiga de mi mamá y lo que hacían, precisamente, era servirse una taza llena de café, con una cucharadita de azúcar y nada de leche.
Sabía perfectamente que la tarde sería larga, que la plática no acabaría y que me tenía que entretener con algo; la verdad, me encantaba escuchar a lo lejos el murmullo acompañado de risas, alegrías, llantos y tristezas.
Me preguntaba: ¿sabrá tan rica esa bebida como para no darse cuenta de que ya se terminó la jarra?, ¿será que el tiempo no corre cuando la tomas? Pues bueno, lo descubrí muchos años después…
Mi mamá no solo iba a beber su taza; ella iba a platicar, a desahogarse, a conversar con sus amigas, a despejarse de la rutina diaria, a sentirse acompañada y más feliz.
Ella lo tomaba para aconsejar, escuchar, curar corazones rotos y resolver problemas.
Sí, porque el café tiene demasiadas propiedades, pero creo que, la mayoría de las veces, el mejor beneficio es el desahogo.
Así que la próxima vez que alguien te invite un café, ponle fecha de inmediato, ya que muy probablemente esa persona quiere platicar de la vida y apapachar su corazón, y el pretexto perfecto es tomar esa mágica bebida con propiedades curativas que nos calientan el alma.
Y ahora soy yo quien lo disfruta, lo siente y encuentra el momento perfecto para invitar una taza de café.