No es fácil escribir sobre el Coronavirus, ya que todo lo que se tiene que decir para esta etapa o fase se ha dicho. Sin embargo hay algo que no se ha escrito, en lo que no se ha profundizado, y para ello quiero compartirte una historial familiar.
En la pasada sequía histórica que vivimos en Nuevo León en el 2011, a nivel familiar pasamos por esta situación de una manera muy complicada, ya que la sequía nos afectó en una zona territorial de la cual somos dueños.
Conforme iban pasando las semanas la desesperación llegaba a todas nuestras conversaciones desde las comidas familiares, llegadas de mi padre a la casa y las llamadas telefónicas de amigos y familiares enterados de la situación. La sequía nos estaba incrementando la mortandad de los animales y las presas iban perdiendo gran porcentaje de su capacidad de agua. Todo lo que puedas imaginar lo hicimos, no hubo santo al que no le rezáramos o energía a la que acudimos. Era luchar contra la naturaleza misma.
Un día la situación llegó a un límite que hizo que mi padre tomara una decisión que honestamente no le fue nada fácil. Reunimos a amigos y familiares y nos adentramos a la presa de mayor extensión, la cual estaba solamente llena a un 10 por ciento de agua, y entre todos comenzamos a sacar peces para llevarlos a las rancherías y ejidos mas cercanos para que la gente se los comiera. Lo que vino después fue tristeza de ver una presa casi vacía, “sin vida”. Las preguntas que mi padre se hizo fueron todas, pero la que más se repetía, era: ¿Cómo pudo ser esto posible?
Conforme pasaron los días fue cuando mi padre comprendió que la naturaleza nunca se equivoca, como coloquialmente decimos le cayó el veinte, y aprovechó la sequía para desazolvar la presa y generarle profundidad y canales para prevenir lo que en ese momento se estaba viviendo. Fueron 20,000 camiones de azolve los que se removieron y actualmente la presa tiene una capacidad cuatro veces más de su capacidad anterior.
¿Para qué contar esta historia?, simple. Bien sabemos que el coronavirus no es una práctica de la naturaleza haciendo un reajuste para eliminar una “plaga” de su ecosistema, más bien esto ha sido algo impuesto por el mismo hombre con la intensión de eliminar a los más débiles de la cadena humana. Triste, cruel, inaceptable, injusto, pero cierto.
Ahora veamos de qué manera nos puede caer el veinte.
Actualmente nos ha dejado de importar la pérdida de los valores que estamos viviendo dentro de nuestra sociedad y con nuestros hijos, hemos caído en una rutina de apatía y un egoísmo hacia el prójimo y la paranoia la estamos viviendo con acciones borreguerras, olvidando a quienes realmente lo necesitan. Hemos destruido miles de especies de animales en los últimos años y estamos destruyendo todos los medios que sustentan nuestra vida.
Querido lector: hay sobre población humana y la humanidad está enfermando a nuestro planeta tierra.
¿Hasta cuándo vas a generar un cambio en tu vida y en la vida de quienes te rodean? ¿Qué es lo que debe pasar para que tomes acciones y decisiones para generar armonía en ti y en tus seres queridos?
Acaso el dolor es el que nos puede hacer conscientes o es necesario generar una catástrofe para que de una vez aprendamos la lección y prestemos atención a lo que sucede a nuestro alrededor.
Nosotros somos los que talamos árboles, los que consumimos y desechamos, generamos y tiramos basura destruyendo todo a nuestro paso. Triste, cruel, inaceptable, injusto, pero cierto.
Esta cuarentena es la excusa perfecta para desconectarte de la rutina y conectarte contigo y con tu familia. La vida nos está dando la oportunidad de reconsiderar si aún queremos vivir dormidos o despertar a una nueva consciencia humana de seres responsables a una vida de la cual somos vulnerables y que hoy se nos va de las manos.
Si no es ahora, ¿cuándo?, si no soy yo, ¿quién?.
Hoy es el momento de renacer.
Twitter: @claravillarreal