Si se observa una fotografía de Jessica Cox, todo parecería indicar que se está delante de una muchacha normalísima. Pero si uno se fija detenidamente, se puede percatar de un detalle que falta en la imagen: Jessica no tiene brazos.
«Era difícil ser diferente». Así resume su niñez, cargada de desilusiones y de luchas. Pero también de alegrías y de gozos, como las actividades en gimnasia, canto y baile. Aunque, claro, uno no puede sino comprender que a esta joven estadounidense le llegasen las pataletas y berrinches, como ella los llama, por la falta de extremidades. Bastaría imaginar las continuas miradas, los comentarios…
«Yo solía irritarme mucho cuando la gente me miraba caminando por la calle o por la manera de comer con mis pies. Pero he aprendido a sacar lo positivo de esas situaciones y me dan la oportunidad de utilizar ese canal de vibraciones positivas y ser un ejemplo de optimismo».
Pasaron los años, y a Jessica el mundo se le hacía pequeño. Se graduó en Psicología en la Universidad de Arizona, aprendió a manejar, a secarse el pelo, a escribir 25 palabras por minuto con un bolígrafo y hasta a ponerse lentes de contacto. ¡Todo con sus pies! Pero el mundo seguía quedándole pequeñísimo…
¿Qué hacer? Decidió dejar volar sus sueños y se convirtió en la primera mujer piloto en la historia de la aviación que lo hace sin brazos. «A veces -dice Jessica- el miedo se basa en una falta de conocimientos y en lo desconocido. Cuando empecé a volar, me di cuenta que mi temor era porque yo no sabía mucho sobre esto».
Son muchas las virtudes que la joven ha necesitado para salir adelante. No obstante, ella da un lugar privilegiado al apoyo de sus padres, que han sido «un modelo y siempre me dicen que puedo hacer cualquier cosa que yo me proponga». Por ello, busca tener detalles de cariño, incluso ingeniosos, como aquel Día de la Madres en que colgó en su avión una pancarta donde se leía: «¡Mira, mamá, sin manos!».
No contenta con todo lo adquirido, Jessica sueña aún: «sé que será difícil tener una familia, pero sé que voy a ser una buena mamá». Y entre risas se imagina lo difícil que va a ser que un pretendiente le pida la “mano” a sus padres. ¡Sentido del humor no le falta!
Podemos suponer la cantidad de retos y de esfuerzo que le han implicado a Jessica Cox llegar hasta este momento. Pero ella es muy consciente de que, citando sus mismas palabras, «cuanto mayor es la dificultad, mayor es la gloria». Ante un ejemplo como este, uno no puede sino quitarse el sombrero del corazón y buscar imitar a personas como Jessica, con un corazón grande en un mundo que le queda muy, pero muy pequeño.