¿Qué debe pasar para desconectarnos un poquito?
Hace unos años el uso de internet estaba mucho más controlado, recuerdo que el teléfono de las casas marcaba ocupado cuando navegamos en la red, es por eso que nuestros papás no nos dejaban utilizarlo tanto, pues tenían llamadas que realizar. Dos horas máximo pasábamos en la computadora, platicando con nuestros amigos en MSN, mandando tarjetas personalizadas, checando correos y buscando información para la tarea.
Eran tiempos muy buenos, el internet aun no nos consumía, era una herramienta que ocupábamos únicamente para consultar información y como una forma de entretenimiento.
Me asombra lo rápido que paso el tiempo y la manera en que el internet y las redes sociales se apoderaron del mundo.
En un abrir y cerrar de ojos dejamos de frecuentar el cyber, de utilizar las computadoras, de medir el tiempo de uso y nos volvimos esclavos del celular.
Es un medio de comunicación impresionante, con infinidad de actividades que realizar, nos simplifica la vida de muchas formas y ha adquirido la categoría de derecho humano (así lo aseguran y certifican varios informes de la Organización de Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos) así que la adaptación es necesaria, el aprender a utilizarlo, fundamental y hay que seguirle el paso a esta revolución informática que no va a parar, pero ¿qué estamos sacrificando como personas al pasar horas pegados al celular?, ¿de qué nos estamos perdiendo?, ¿qué debe pasar para desconectarnos un poquito? Quizás quien me lee y me conoce se preguntará también ¿Quién soy yo para hablar de este tema si me encuentro más que sumergida en este mar?
Bueno, pues soy la mamá que no suelta el celular a la hora de jugar con sus hijos, la mujer que revisa el teléfono a la hora de la comida, la que checa los correos a la hora de dormir.
Soy esa chica que piensa que si no tiene likes no es bonita, la adolescente que cree que la vida de todos es perfecta y la suya miserable.
Soy la autoestima que se perdió en el camino, la competencia que encontró cabida y el materialismo que se instaló en el presente.
Soy la niña que no juega por ver videos en YouTube, el niño que llora porque no pasó de nivel en el videojuego y aquellas bicicletas olvidadas en el jardín.
Soy la tía que solo ve a sus sobrinos en fotos, y la abuelita que espera que los nietos suelten el celular para poder verlos a los ojos.
Soy esos paisajes que dejaron de admirarse, los atardeceres que dejaron de contemplarse, las palabras que no se dijeron y las risas que se perdieron.
Soy yo asfixiada y envuelta en algo que parece no tener salida, llena de filtros, notificaciones y al pendiente de la vida de todos menos de la mía.
Así que me parece importante volver a la antigüita, a conectarnos un rato, pero sin desconectarnos de lo que somos y lo que realmente vale la pena.
Y aunque la tecnología avance, las novedades lleguen siempre, será mucho más valioso disfrutar y conectarnos con aquellos que son de carne y hueso.
LA AUTORA
Mujer apasionada por encontrar un propósito en la vida. Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Enamorada de las letras y del sentimiento que provoca el transmitir ideas, expresiones y conocimientos.