Escribió Lucio Anneo Séneca: “La muerte por inanición es más suave, los que mueren de indigestión revientan.” Tal vez por esto, la supuesta santa católica de la Madre Teresa de Calcuta (que no tuvo hijos, no era madre de familia, pues), tenía especial predilección por asistir a los muertos en su agonía, ojo; no a los vivos o bien, a los que podrían sobrevivir. Tenía hartos dispensarios para asistir a los moribundos (llamados a la muerte por inanición), con harta marmaja que le llegaba de varios lugares del mundo, pero no tenía centros de asistencia para mejorar la calidad de vida y solventar el hambre de miles que lo reclamaban en la India y en otras partes del mundo. Tema de otro texto y en otro lugar de este diario.
¿Voracidad o frugalidad al comer, al alimentarnos? ¿Usted por cual se decanta o cuál practica? Somos el país más obeso en el mundo, pero ¿esto tiene qué ver con la cantidad voraz de alimentos que ingerimos, somos glotones o es algo más sencillo como el estar alimentados con comida chatarra? ¿Y si nos entregamos a la contemplación y hacemos de la frugalidad o abstinencia alimentaria nuestra apuesta cotidiana y terminamos todos tísicos, sin fuerza para vivir y enjutos de carnes? Caray, no es poca cosa la disyuntiva la cual hoy vamos a acometer aunque sea someramente. Citamos iniciando texto a Séneca, volvamos a un fragmento de él nuevamente: “Fíjate en Nomentano y en Apicio (vivió en tiempos del emperador Tiberio y fue célebre por su riqueza y sus excesos. A este ciudadano gourmet se le debe la recopilación de una obra proteica, “Los diez libros de cocina de Apicio”), que guisan todos los manjares, o como ellos dicen, todos los bienes de la tierra y del mar y reconocen en su mesa animales de todos los países… Todo su cuerpo es estimulado por muelles y suaves excitantes… Reconocerás que estos hombres viven en los placeres, y sin embargo, no viven bien, porque no gozan de bien ninguno.”
Séneca en parte tiene razón. Cuando el bon vivant de Apicio, consideró que su riqueza estaba en picada, prefirió beber un vaso de veneno y así se suicidó. Imagino que se veía en la pobreza y sin manjares a la vista (la frugalidad), por lo cual eso no lo consideraba vida y mejor se marchó de este mundo. Lo frugal tiene que ver con los frutos (“fruges” en latín) de la naturaleza. Este tipo de dietas ponen acento únicamente en los frutos o productos de la tierra, los cuales requieren poca o nula intervención de un ser humano para su conservación o su consumo. ¿Es posible esto hoy? ¿Es posible practicar la frugalidad o de plano, la abstinencia en cuanto a carne de todo tipo? El gran Suetonio en “Vidas de los Césares” nos cuenta que Domiciano solía cenar una manzana acompañada con una bebida modesta. El gran Augusto comía pan de segunda, pequeños pescados, algo de queso fresco, puñados de dátiles o pasas, un poco de vino… ¿Usted y yo como norteños atados al asador de fin de semana, podemos entregarnos a esta frugalidad?
La noticia le dio la vuelta al mundo: el 1 de enero de este año en Monterrey, se amaneció con una calidad de aire contaminante e irrespirable.
¿El motivo? Las carnes asadas con lo cual se celebraba la llegada del año nuevo. No, no es broma. Según un estudio de la Universidad de Texas, la carne asada de su casa (la parrillada) señor lector, contamina más que un auto. ¿Hay que cenar entonces como Domiciano, una manzana con agua de la llave para entregarnos a la frugalidad y salvar al planeta?
EL AUTOR
Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.