![¿Y la cena navideña?](https://d2m1kqghccc19k.cloudfront.net/wp-content/uploads/2024/12/Cedillo-1-800x600.jpg)
En honor a la verdad, por estas fechas decembrinas su servidor ya debería de andar enfiestado y recomendando cenas, comidas y buenos caldos de vinos para celebrar eso llamado “Navidad”; es singular, no Navidades, como hoy se le dice, o la traducción del gringo: “felices fiestas”. Pues sí, como son los gringos, algo impersonal, algo muy sajón. Pero como aquí aún bulle la condición humana (eso creo), acostumbramos decir “Navidad” y celebrar y compartir en familia y con nuestros amigos.
Pues bien, le decía que lejos de ello y como me debo a usted como escritor, usted, como buen y atento lector de mis textos, usted es el que manda y no puedo jamás ir contra la corriente. Hartos, hartos comentarios me han llegado y me siguen llegando con esta saga de textos, donde estamos explorando pócimas mortales, potajes de maravilla, mermeladas y elíxires encantados que hacen grande o enano a los protagonistas (Alicia, de Lewis Carroll) y, en fin, todos esos brebajes que, en teoría, nos dan vida eterna o nos llevan a la tumba con un traguito.
Hartos, muchos comentarios donde usted aporta nuevas lecturas y nuevos datos al respecto. Y, claro, si usted insiste, yo obedezco, y seguiré explorando el tema el tiempo que sea suficiente. La verdad, es tema de nunca acabar. Desde algún mar u océano, el escritor y marinero Phillipe Lowell me envía el siguiente recado, casi en aforismo, o versos, pues: “Maestro Cedillo, lo felicito por su exploración gastronómica y su acento en lo oculto o poco conocido. Un acierto. Sus lecturas van mejorando. Hay un hispano de ustedes, pero educado aquí en Europa (somos la cultura del mundo, no lo negará). Es Julio Cortázar. Tiene varios remedios, recetas, elíxires y pócimas de vida y muerte interesantes en sus textos. Lo invito a descubrirlas… Un abrazo de su amigo. Phillipe Lowell (rúbrica)”.
Soy mal lector del Julio, al cual todos aman. No le he leído a conciencia y plenitud. Pero el reto y comentario me han gustado y lo voy a cumplir. No tengo todo Julio Cortázar en mi biblioteca, pero sí algunos raros, como el siguiente: “La vuelta al día en ochenta mundos”. Una recopilación de sus artículos periodísticos (ensayos, cuentos, poemas, inicios de novela, exploraciones musicales…) publicados en su larga vida y estancia en París, Francia. Apenas lo empecé a leer y… son un deslumbramiento.
Muchos descubrimientos y muchos temas del gran cronopio. Pero, apenas iniciando el texto, Cortázar da la receta siguiente: “Para hacer bailar a una muchacha en camisa”. La receta mágica es extensa, pero, por hoy, van sus primeras líneas: “Tómese mejorana silvestre, orégano puro, tomillo silvestre, verbena, hojas de mirto junto con tres hojas de nogal y tres tallos pequeños de hinojo, todo lo cual será recogido la noche de San Juan en el mes de junio y antes de que salga el sol. Deberá secarse a la sombra, molerlas y pasarlas por un fino tamiz de seda y cuando se quiera llevar a cabo este agradable juego, se soplará el polvo en el aire allí donde esté la muchacha para que lo respire, o se lo hará tomar como si fuera polvo de tabaco…”
Muchas referencias a hierbas, comidas, vinos, recetas mágicas o, sencillamente, dichos o aforismos con respecto a lo anterior deletreado. Una cita de decenas, las cuales voy anotando: “Si un hombre muerde a otro mientras están comiendo lentejas, la mordedura es incurable…” Julio Cortázar en clave gastronómica, tremendo el maestro, al cual he leído poco.